sábado, 9 de abril de 2016

RESUMEN DE LA EXHORTACIÓN 'AMORIS LAETITIA'



La exhortación 'Amoris laetitia' se subdivide en nueve capítulos y tiene 325 párrafos. Se abre con siete párrafos introductivos que ponen en plena luz la conciencia de la complejidad del tema y la profundización que requiere.
En las primeras líneas el Papa escribe que “no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones del magisterio”. Por lo tanto, para algunas cuestiones “en cada país o región se deben buscar soluciones más inculturadas, atentas a la tradiciones y a los desafíos locales”.
El Papa afirma con claridad que es necesario salir de la estéril contraposición entre la ansiedad de cambio y la aplicación pura y simple de normas abstractas. Escribe: “los debates que se dan en los medios de comunicación, en las publicaciones y aún entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión, hasta la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o extrayendo conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas”.

Capítulo primero: “A la luz de la Palabra”
La Biblia, escribe, “está poblada de familias, de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares”. Y a partir de este dato se puede meditar cómo la familia no es un ideal abstracto sino un “trabajo ‘artesanal’ que se expresa con ternura pero que se ha confrontado también con el pecado desde el inicio, cuando la relación de amor se transforma en dominio.
Entonces la Palabra de Dios “no se muestra como un secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino”.

Capítulo segundo: “La realidad y los desafíos de la familia”
Citando la Familiaris Consortio Francisco afirma que es fundamental prestar atención a la realidad concreta, porque “las exigencias y llamadas del Espíritu resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia”.
El Papa nota que el individualismo exagerado hace difícil hoy la entrega a otra persona de manera generosa: “Se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor de ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro de las aspiraciones personales”.
Por eso la humildad del realismo ayuda a no presentar “un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificialmente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales”.
Las familias no se sostienen “solamente insistiendo sobre cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia”.
El Papa insiste que es necesario dar espacio a la formación de la conciencia de los fieles: “Estamos llamado a formar las conciencias no a pretender sustituirlas”. Jesús proponía un ideal exigente pero “no perdía jamás la cercana compasión con las personas más frágiles como la samaritana o la mujer adúltera”.

Capítulo tercero: “La mirada puesta en Jesús: la vocación de la familia”
El tercer capítulo está dedicado a algunos elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio y la familia.
La mirada es amplia e incluye también las “situaciones imperfectas”. Y asegura que fuera del verdadero matrimonio natural también hay elementos positivos presentes en las formas matrimoniales de otras tradiciones religiosas, aunque tampoco falten las sombras”.
La reflexión incluye también a las “familias heridas” frente a las cuales el Papa afirma: “siempre es necesario recordar un principio general: Sepan los pastores que, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”. Por lo tanto, al mismo tiempo que la doctrina debe expresarse con claridad, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición”.

Capítulo cuatro: “El amor en el matrimonio”
Trata del amor en el matrimonio, y lo ilustra a partir del “himno al amor” de san Pablo.
Entra en el mundo de las emociones de los cónyuges –positivas y negativas- y en la dimensión erótica del amor. Se trata de una contribución extremamente rica y preciosa para la vida cristiana de los cónyuges, que no tiene hasta ahora parangón en precedentes documentos papales.
El Papa insiste de manera fuerte y decidida sobre el hecho de que “en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo”.
“Una combinación de alegrías y de fatigas, de tensiones y de reposo, de sufrimientos y de liberación, de satisfacciones y de búsquedas, de fastidios y de placeres” es, precisamente, el matrimonio.
El capítulo se concluye con una reflexión muy importante sobre la “transformación del amor”. “No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad”.

Capitulo quinto: “El amor que se vuelve fecundo”
Habla de recibir una vida nueva. Del amor de padre y de madre, pero también primos, parientes e incluso amigos.
Habla de adopción y de la ‘cultura del encuentro’. De la vida en familia incluyendo tíos, primos, parientes e incluso amigos. Y afirma que sacramento del matrimonio tiene un profundo carácter social.

Capítulo sexto: “Algunas perspectivas pastorales”
El Papa afronta algunas vías pastorales que orientan para construir familias sólidas y fecundas según el plan de Dios.
El Papa habla de guiar a los novios, acompañar a los esposos. Pero añade que no se les puede abandonar en las crisis, sabiendo que “cada crisis esconde una buena noticia que hay que saber escuchar afinando el oído del corazón”.
Habla también del acompañamiento de las personas abandonadas, separadas y divorciadas, y subraya la importancia de la reciente reforma de los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad matrimonial.
Se tocan después las situaciones de matrimonios mixtos y de aquellos con disparidad de culto, y las situaciones de las familias que tienen en su interior personas con tendencia homosexual, confirmando el respeto en relación a ellos y el rechazo de toda injusta discriminación y de toda forma de agresión o violencia.

Capítulo séptimo: “Reforzar la educación de los hijos”
Esta todo dedicado a la educación de los hijos: su formación ética, el valor de la sanción como estímulo, el paciente realismo, la educación sexual, la transmisión de la fe, y más en general, la vida familiar como contexto educativo.
Francisco afirma claramente que “la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo (…) Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía”.
Incluye este capítulo unas reflexiones bajo el título “Sí a la educación sexual”.
Y afirma que debe realizarse “en el cuadro de una educación al amor, a la recíproca donación”. Y pone en guardia sobre la expresión “sexo seguro”, porque transmite “una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse.

Capítulo octavo: “Acompañar, discernir e integrar la fragilidad”
Es probablemente el capítulo más delicado. Confirma qué es el matrimonio cristiano, pero añade que “otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal. Y no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio”.
El Papa observa que “hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y es necesario estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición”. Y continúa: “Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de misericordia. Y añade: “Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral”.
El Papa afirma que “los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo”. “Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales (…) Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia (…) Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes”.
“Comprender las situaciones excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al ser humano. Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas”.
Invito a los fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz que les permita comprender mejor lo que les sucede y podrán descubrir un camino de maduración personal.
E invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia”.
“A veces ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio”.

Capítulo noveno: “Espiritualidad conyugal y familiar”
El último capítulo está dedicado a la espiritualidad conyugal y familiar, “hecha de miles de gestos reales y concretos”.
Todo, “los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección”.

“Toda la vida de la familia es un “pastoreo” misericordioso. Cada uno, con cuidado, pinta y escribe en la vida del otro”, escribe el Papa. Es una honda “experiencia espiritual contemplar a cada ser querido con los ojos de Dios y reconocer a Cristo en él”.

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