Estamos viviendo estos días los
ensayos del Misteri que nos introducen en esos dos grandes momentos de nuestras
fiestas patronales: la Vespra y la Festa. Momentos en los que, como cristianos
e ilicitanos, celebramos el hermoso misterio de la Asunción de Ntra. Sra. a los
Cielos en Cuerpo y Alma. Y lo festejamos con algo que es muy nuestro, los
cantos, la música, la pólvora, las lágrimas y el batir de palmas, ojos que
miran hacia lo alto y sentimientos que fortalecen nuestra fe. La Fiesta de la
Asunción ha configurado el alma, la identidad de nuestro pueblo…, y cada año,
de generación en generación, la vamos trasmitiendo a los que vienen detrás y… a
los que vienen por primera vez.
Estas fiestas de la Virgen
empiezan a ras de suelo. Santa María
camina con el cortejo por el andador y recuerda la Pasión de su Hijo, despertando en ella el deseo de unirse a Él
para siempre. Deseo que se hace súplica. La Virgen recoge, en ese momento,
tantas cosas que forjan la vida del ser humano: nuestra condición de
caminantes, una existencia que nos desgasta, la añoranza de los que no están,
el tener presente los sufrimientos de tanta gente. Y por supuesto, en esos
momentos tan importantes, aparece también el deseo de sentirse rodeados por
aquellos que nos quieren, que en el caso del Misteri es la Iglesia representada
por los Apóstoles. El Misteri empieza desde abajo; parte de nuestra situación
concreta.
Pero la oración de la Madre llega
hasta el Cielo. No podía ser de otra manera. Santa María, que es la llena de
gracia, sólo desea lo que Dios desea. Su deseo de ver al Hijo es reflejo del
ansia del Hijo por tenerla consigo. Y el Cielo se abre… y la tierra se llena de
Cielo. Ángeles cantores, ángeles músicos y el apostolado que vislumbra la Gloria
que se acerca…, y poco a poco el
ambiente se llena de emoción… Elevando el alma y el cuerpo de María, el Cielo
besa la Tierra. Y el éxtasis llega cuando la Hija, la Esposa, la Madre, es
coronada en lo más alto. El Misteri culmina mirando todos hacia arriba.
Pero nuestro Misteri sería
incompleto si sólo tuviera estas dos dimensiones: abajo y arriba. Le falta la
tercera dimensión, porque nuestro Misteri es también 3D. La Fiesta de la Virgen
termina dentro de nosotros. Eso es lo que busca la Madre: tocar nuestro
corazón, hacerlo más humano y más divino. Ella quiere cambiar nuestro corazón de piedra por uno de
carne donde la fe en Dios, la misericordia, el perdón, la dedicación a los demás
y la generosidad constituyan como el pentagrama de nuestra existencia
cotidiana. Si, porque la auténtica música del Misteri está compuesta por esas
notas que la Virgen cada año nos regala… Y ese Misteri sí lo podemos cantar
todos. Ese Misteri sí lo podemos vivir intensamente cada uno de nosotros en
nuestra familia, en nuestro lugar de trabajo y en nuestra ciudad.
Abajo, arriba y adentro: las tres
dimensiones de nuestro Misteri.
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