martes, 22 de octubre de 2019

RECUERDOS DE SAN JUAN PABLO II


El sábado 2 de abril del 2005, a las 21.37, Juan Pablo II entró en la casa del Padre. Aquella noche millones de seres humanos experimentamos un sentimiento contradictorio. Nos sentíamos a la vez más huérfanos y más acompañados. Más huérfanos, porque el Padre que durante años habíamos visto y oído, y que tanto había influido en nuestro crecimiento humano y cristiano, ya no estaba físicamente. Pero también nos sentíamos más acompañados, porque notábamos que, de alguna manera, no nos había dejado del todo. Notábamos que lo seguíamos teniendo, y ahora más cerca. La realidad de la «comunión de los santos» se percibía con más fuerza aquella noche de abril. Y muchos seguimos recordando la huella que este gran hombre ha dejado en nosotros. 

La primera vez que me encontré personalmente con Juan Pablo II fue en el verano de 1980, durante una peregrinación a Roma. En aquella época, antes del atentado del 13 de mayo de 1981, el Papa no utilizaba el papamóvil para saludar a los peregrinos de la audiencia del miércoles, sino que lo hacía dirigiéndose hacia ellos a pie. Aquella tarde el Papa se detuvo conmigo unos minutos. Le regalé el libro que tenía entre mis manos (Amigos de Dios). Me habló en español. Me preguntó de dónde era y me bendijo. Entonces me di cuenta de que era verdad lo que él siempre repetía al comienzo de su pontificado: «Dios ama a cada ser humano». Me sentí querido de modo irrepetible por Dios a través de la figura de este hombre bueno. Fueron unos minutos pero bastaron para descubrir que en ese tiempo la única persona que le importaba al Papa era ese seminarista de 20 años que estaba delante de él. 

Recuerdo la impresionante tarde que pasamos con el Papa en el Santiago Bernabeu en su primera visita a España, en el 1982. El estadio se volcó con el Papa. Todos cantábamos. Todos gritábamos: «Juan Pablo II te quiere todo el mundo», «Juan Pablo, amigo, España está contigo». El Papa nos entusiasmó a todos y él, que no tenía miedo de la juventud, nos señalo grandes retos, los “cuandos” que transformarán el mundo: «Cuando sabéis ser dignamente sencillos en un mundo que paga cualquier precio al poder; cuando sois limpios de corazón entre quien juzga sólo en términos de sexo, de apariencia o hipocresía; cuando construís la paz, en un mundo de violencia y de guerra; cuando lucháis por la justicia ante la explotación del hombre por el hombre o de una nación por la otra; cuando con la misericordia generosa no buscáis la venganza, sino que llegáis a amar al enemigo; cuando, en medio del dolor y la dificultades, no perdéis la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo y ejemplo de Cristo y en el amor al hombre hermano. Entonces os convertís en transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructores de la nueva civilización del amor, de la verdad, de la justicia, que Cristo trae como mensaje».

En noviembre de 1986 pude celebrar misa en la capilla privada del Papa. Éramos algo más de 30 concelebrantes. Llegamos a las 6.30 de la mañana a las dependencias del Santo Padre y pronto nos preparamos para la celebración. Entramos en silencio a la capilla, y el Papa estaba en oración profunda delante del Sagrario. Ni se movió. Había un gran silencio. De rodillas el Papa rezaba con la cabeza entre las manos. Después de un largo tiempo, se levantó y sin perder recogimiento, se revistió y empezó la celebración. Cada oración, cada gesto, era una ofrenda a Dios. No tenía prisa y gozaba con los momentos de silencio. Aquella eucaristía con el Papa me enseñó a celebrar la Santa Misa mejor que el más completo tratado teológico. 

Primer sábado de febrero 1991. El día 16 de enero comenzó la guerra del Golfo. Yo vivía en Roma, muy cerca del Vaticano. Todos los primeros sábados de cada mes, si el Papa estaba en Roma, podíamos rezar con él el Santo Rosario. El Papa siempre saludaba a la gente al comenzar y al terminar esa oración mariana. Aquel sábado de febrero no lo hizo. No quería saludar a nadie. El motivo: estaba muy dolido por la guerra de Irak. Fue un Rosario intensamente vivido. Al Papa se le veía triste. Al final habló de la guerra, de la necesidad de oración, de pedir la paz. Y se me quedaron grabadas para siempre sus palabras: «Pidamos que los soldados que están en la guerra no se dejen llevar nunca por el odio al tener que cumplir con su misión». 

Y por último, recuerdo aquel 30 de marzo del 2005. Desde su habitación quiso saludar a los peregrinos que se encontraban en la plaza de San Pedro, pero sus palabras no salieron de su boca. Lo intentó durante cuatro minutos. Pero no pudo hablar. Lo intentó, pero sólo un gesto de dolor y de impotencia marcaron su rostro. Él, que había sido un gran comunicador, el atleta de Dios, el montañero, el deportista, el que conectaba con la gente por sus gestos, ahora estaba mudo. No podía decir nada, sólo mover su mano temblorosa diciéndonos adiós. Se había dado completamente a Dios, y la ofrenda tenía que llegar hasta el final. En aquella ventana Juan Pablo II se me mostró como el hombre más fuerte que había sobre la tierra. Estaba dando el último testimonio de coraje, porque estaba allí luchando por ser fiel a su entrega hasta el final. Quería cumplir plenamente el encargo recibido por Dios.  Para muchos era un anciano, para mí y para millones de personas en todo el mundo ya empezaba a ser un eterno joven, con la eternidad y la juventud que da el ser poseído completamente por Jesucristo, el Alfa y la Omega, el Señor del Cosmos y de la Historia. 

sábado, 19 de octubre de 2019

LO MÁS INTERESANTE ESTÁ CERCA DE NOSOTROS



“Observen atentamente lo que ocurre cada día en sus parroquias, porque siempre están ocurriendo cosas interesantes. Tengan tiempo para contemplar a la gente, y descubrirán muchos comportamientos heroicos, y serán testigos de la magnanimidad de tantas personas que tienen cerca”.

Éstas eras las palabras que un periodista nos dirigía a un grupo de sacerdotes hace algún tiempo. Intenté llevarlas a la práctica y la profecía se cumplió, y se sigue cumpliendo cada día en la vida de una parroquia. En la gente que tienes cerca se entrecruzan acontecimientos que están tejidos de heroísmo y generosidad; actitudes revestidas de sacrificio y alegría al mismo tiempo. Personas corrientes que viven lo cotidiano sin ser del todo conscientes de que cada instante tiene entrañas de eternidad. Y en ese “no darse cuenta” de la grandeza de la vida que están viviendo es precisamente donde radica lo extraordinario de sus vidas. Estamos rodeados de héroes anónimos: desconocidos para los demás y también para ellos mismos.

Está esa mujer que ya ha luchado contra tres cánceres, a cuál más cruel, y sigue saliendo a la calle, bien arreglada, maquillada, con una sonrisa de oreja a oreja, como si no pasara nada, fortalecida por su fe, la eucaristía y el apoyo incondicional del cariño de una familia que la mantiene a flote en medio de tantas tempestades.

Está ese padre de familia que ha perdido el trabajo y que vive sólo del sueldo mínimo de su esposa, y que hace un llamamiento a sus cuatro hijos, porque es tiempo de estrecheces. Y cómo los hijos –adolescentes y jóvenes- reaccionan con alegría reduciendo al máximo sus caprichos, asumiendo sus deberes de estudio con mayor responsabilidad y, quitándole importancia al problema, se unen más a sus padres con generosidad de ánimo y sin victimismos.

Está esa señora mayor que, habiendo sido relegada por sus hijos, ahora tiene que ir sosteniéndolos con su “paguita”, porque se están quedando sin nada. Y lo hace con todo el cariño incondicional de una madre que inmediatamente olvida los desprecios y rechazos de los que engendró.

Está ese adolescente que, domingo tras domingo, participa de la eucaristía sólo, sin el grupo de amigos que no quiere asistir. Y lo hace porque un día se comprometió con Jesús, y no piensa fallarle. A veces le cuesta cumplir la promesa, pero ¡la cumple!.

Está esa persona que, como ángel de la guarda, aparece con su sobre con la cantidad exacta de euros que necesitas para sacar de un apuro a una familia urgentemente necesitada.

Está ese se señor de mediana edad que con frecuencia te encuentras en el reclinatorio del templo llorando, y al preguntarle si necesita ayuda, tan sólo te dice: “Lloro de alegría y de dolor, porque el Señor me quiere tanto, y yo le he negado tantas veces…”.

Y está ese viejecito que, notando próxima su muerte, te habla con paz de lo que experimenta en esos momentos… Y sólo descubres en él entrega, trabajo intenso, familia y oración.

Realmente lo más importante está ocurriendo cerca de nosotros. Doy gracias a Dios por regalarme la posibilidad de experimentarlo con frecuencia.

jueves, 17 de octubre de 2019

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES



Jesús,
que sientes compasión
al ver la multitud  que vive como oveja sin pastor,
suscita en nuestra Iglesia de ORIHUELA-ALICANTE
una nueva primavera de vocaciones sacerdotales.

Te pedimos Sacerdotes según tu corazón,
que nos alimenten con el Pan de tu Palabra,
que, por su santidad, sean testigos de tu Reino.

Buen Pastor,
fortalece a los que elegiste y ayúdalos a crecer en amor y santidad para que respondan plenamente a tu llamada.

Maria, Madre de las vocaciones sacerdotales, ruega por nosotros. Amén

miércoles, 16 de octubre de 2019

LA COMUNIÓN



Comparto con vosotros una reflexión que he leído estos días: 

- Hay quien comulga en pecado, y hace con el Cuerpo de Cristo lo que hicieron los que le crucificaron.

- Hay quien comulga como el que come pan, y en su alma no sucede absolutamente nada, salvo la soledad de un Cristo recibido con frialdad.

- Hay quien comulga como quien deglute en una comida familiar, mirando hacia fuera, mientras el Dueño de la casa pasa inadvertido.

- Cuando el Pan de la Eucaristía llega a ti, sé amante, enamorado, apasionado y loco. Recibe con amor a quien en Amor viene. Convierte cada comunión en un momento irrepetible.

martes, 15 de octubre de 2019

LA CONVERSIÓN DE TERESA DE JESÚS







AUTOR: P. Tomás Alvarez, OCD
Tomado de: http://www.cipecar.org

Santa Teresa se convirtió en edad ya adulta, a sus 39 años: en 1554, cuando llevaba viviendo casi veinte de religiosa carmelita en el monasterio de la Encarnación, donde convive con una comunidad numerosa de más de cien monjas. Buena monja ella, pero “una de tantas”, sin definir con rasgos propios su vocación personal. Una más en el grupo. 

Ella misma se recuerda como si viviera una vida doble: por momentos, vida de oración; pero muchos momentos más, vida anodina y pérdida de tiempo con amistades sin sentido religioso. Anegada en la rutina de lo cotidiano. “Como las muchas”, dice ella. 

A ratos, trabaja fuerte por definirse y personalizar su vida religiosa. Pero en vano. Lo cuenta en su autobiográfico Libro de la Vida (c. 8-9), escrito diez u once años después. Basta releer el comienzo del relato (c. 8, 12): 

“Buscaba remedio; hacía diligencias; mas no debía entender que todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios. Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese la vida, y no la podía yo tomar; y quien me la podía dar tenía razón de no socorrerme pues tantas veces me había tornado a Sí y yo dejádole” . 

Hasta que de pronto, en ese paisaje desolado de su vida, irrumpe fortísimo el episodio de su conversión. Teresa lo recuerda (Vida c.9) como el hecho central de su existencia. Es una vivencia en tres tiempos: 

Ante todo, su conversión acaece en el encuentro personal de ella con Cristo. Encuentro aparentemente desencadenado por la presencia de una imagen emotiva del Ecce Homo, pero vivido real y personalmente en lo más profundo de su ser. No fue un encuentro externo, a distancia, sino íntimo, intenso, entrañable. Lo revive ahora al contárnoslo: 

“Acaeciome que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”.

Basta subrayar dos o tres detalles del episodio: Teresa ve no ya la imagen, sino lo que el Cristo “muy llagado” padeció por nosotros. Viéndolo, la traspasa a ella, como si se le partiera el corazón. Y todo se le vuelve anhelo por el cambio de vida, suplicándole me fortaleciese ya ¡de una vez! 

A la vez, Teresa revive las conversiones de dos pecadores que, como ella, se encontraron con Cristo a mitad de la vida: primero, el episodio evangélico de la mujer pecadora, la Magdalena. Lo refiere así: 

Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí, cierto, el Señor dentro de mí, poníame a sus pies…”como ella, asociándola a mi petición de perdón. “Mas esta postrera vez de esta imagen que digo, parece me aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios”.

Auténtica empatía de Teresa con la pecadora del Evangelio, que le permite revivir y ahondar el encuentro de las dos con el Señor, al que Teresa siente tan entrañable como piensa lo fue el de la Magdalena en Betania o en el Calvario. (Teresa, como la piedad de entonces, funde en un solo personaje simbólico a la pecadora del Evangelio, a la María de Betania, y a la Magdalena del Calvario.) 

Y en segundo lugar, el encuentro con la conversión de san Agustín, narrada en vivo por él mismo en las Confesiones. A las manos de Teresa llega este libro del Santo ese año 1554, en que fue publicado por vez primera en versión castellana. Y Teresa, que es lectora ávida y asidua, lo lee apasionadamente, empatizando alternativamente con el Agustín pecador y con el Agustín santo. Revive el episodio de Milán como si también ella oyera la voz del niño cantor, que la invita a leer las palabras de otro convertido, Saulo de Tarso. Lo refiere así: 

“En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín, que parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré ni nunca las había visto… Como comencé a leerlas, paréceme me veía yo allí… Cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón. Estuve gran rato que toda me deshacía en lágrimas, y entre mí misma con gran aflicción y lágrimas… Paréceme que ganó grandes fuerzas mi alma de la divina Majestad, y que debía oír mis clamores y haber lástima de tantas lágrimas.” 

No sabemos en qué orden cronológico se sucedieron en el alma de Teresa esos tres o cuatro encuentros experienciales: con el Cristo “muy llagado”, con la Magdalena, con Agustín y con el apóstol Pablo. Lo que sí resulta patente es que en ella da un vuelco la vida. Extrañamente, ahora pasa a ser ella misma. Entabla una auténtica relación personal con Cristo. Vive en verdad su consagración religiosa. Y desde el punto de vista de sus dispersivas relaciones sociales, recupera la libertad, y ésta le permite marcarse a sí misma nuevo rumbo. 

Para ella la conversión tiene fundamentalmente dos componentes: la componente ética con el cambio radical de vida y costumbres; y la componente cristológica: Cristo presente en su vida como referente fundamental. Pero en orden inverso. Ante todo, Cristo en persona se le ha convertido en la razón de su vida consagrada y de toda su vida, no como un factor más, sino como una persona presente y motivante. Y desde Él surge la “determinada determinación” en su cambio de conducta. Si Teresa se ha convertido de mala o mediocre en buena carmelita, o de buena en mejor, se debe a que su relación con Cristo ha pasado de meramente teórica a profundamente real y vivencial. Él le ha cambiado la vida. 

Por eso, en el relato autobiográfico, terminado el capítulo de la conversión, irrumpe inmediatamente la experiencia mística de Teresa, como una novísima manera de vivir su oración, de expresar su fe, de entablar relaciones con los hermanos, con la Iglesia, con el mundo… Y esta nueva situación ocupará el resto de su relato autobiográfico (otros 31 capítulos), que ella concluirá con expresiones como ésta: 

“¡Qué hace, Señor mío, quien no se deshace toda por Vos! ¡Y qué de ello, qué de ello, qué de ello –y otras mil veces lo puedo decir- me falta para esto! Por eso, no había de querer vivir…, porque no vivo conforme a lo que os debo. ¡Con qué de imperfecciones me veo! ¡Con qué flojedad en serviros! Es cierto que algunas veces me parece querría estar sin sentido, por no entender tanto mal de mí. ¡Él, que puede, lo remedie!”(Vida 39,6). 

Así se ve a sí misma la Teresa convertida. Incluso, ha cambiado de nombre. Ahora es “Teresa de Jesús”.


lunes, 14 de octubre de 2019

ORACIÓN DE MIGUEL DE UNAMUNO

De su poema “El Cristo de Velázquez”

“¡Dame, Señor, 
que cuando al fin vaya perdido
a salir de esta noche tenebrosa
en que soñando el corazón se acorcha,
me entre en el claro día que no acaba,
fijos mis ojos de tu blanco cuerpo,
Hijo del Hombre, Humanidad completa,
en la increada luz que nunca muere;
mis ojos fijos en tus ojos, Cristo,
mi mirada anegada en Ti, Señor!”.

domingo, 13 de octubre de 2019

LA DIÓCESIS DE ORIHUELA-ALICANTE RECIBIRÁ LAS RELIQUIAS DE SANTA BERNADETTE



OFICINA DE PRENSA OBISPADO ORIHUELA-ALICANTE

Recorrerán de septiembre a diciembre 48 diócesis españolas para acercar la figura de esta Santa a todos aquellos que no pueden viajar a Lourdes

Aquí estarán del 15 al 17 de octubre con diversos actos programados en las ciudades de Orihuela y Alicante

Las reliquias de Santa Bernardita Soubirous, la niña que con tan solo 14 años fue testigo y protagonista de las apariciones de la Virgen María en Lourdes, están haciendo un recorrido por España en el marco del declarado «Año de Santa Bernadette», al celebrarse un triple aniversario: los 175 años de su nacimiento; el 175 aniversario de su bautismo y el 140 aniversario de su muerte. 

De septiembre a diciembre recorrerán 48 diócesis, acercando así la figura de esta Santa a todas aquellas personas que, por diversas circunstancias, no pueden ir a Lourdes. En este contexto, la Diócesis de Orihuela-Alicante esuna de las diócesis españolas por las que pasarán estas veneradas reliquias. Será del 15 al 17 de octubre con paradas en las ciudades de Orihuela y Alicante y diversos actos organizados desde la Hospitalidad Diocesana de Lourdes

La llegada está prevista para el martes 15 de octubre, a las 16:00 h, a la parroquia de Santas Justa y Rufina de Orihuela. A las 19:30 h se ha programado una misa con unción de enfermos presidida por el obispo diocesano, monseñor Jesús Murgui. Tras ella se celebrará una procesión de antorchas hacia el Santuario de Monserrate

Al día siguiente, miércoles 16 de octubre, las veneradas reliquias de Santa Bernadette marcharán hacia Alicante donde está previsto que lleguen en torno a las 10:00 h de la mañana a la Concatedral de San Nicolás de Alicante donde será recibida por niños y niñas. Para este día hay previstos diferentes actos entre los que destacan, a las 17:30 h, la conferencia «Las Apariciones de la Virgen» a cargo de D. José Manuel Diez Quintanilla, presidente nacional de Radio María, a las 20:00 h, la misa con unción de enfermospresidida por el obispo diocesano, monseñor Jesús Murgui o una vigilia de jóvenes, a las 21:00 h. 

PROGRAMA COMPLETO:

15 OCTUBRE- PARROQUIA STAS. JUSTA Y RUFINA (ORIHUELA)
16:00 h Recepción de las reliquias con los niños y rezo de un misterio del Rosario con Oratorio con los niños y las Hermanas Pro-Eclessia.
18:30 h Oración con bendición para los enfermos. 
19:30 h Misa con Unción de enfermos presidida por el Obispo Diocesano.
20:30 h Procesión de antorchas hacia el Santuario de Monserrate.
22:30 h Adoración eucarística.

16 OCTUBRE- S. I. C. SAN NICOLÁS (ALICANTE)
9:00 h Salida de la parroquia de Santas Justa y Rufina
10:00 h Llegada a Alicante.
• Recepción de las reliquias en San Nicolás por los niños.
• Rezo de un misterio del Rosario con los niños. 
11:00 h Misa Conventual.
12:00 h. Exposición del Santísimo y rezo delRosario.
Un rosario se ofrecerá por las familias, otro seofrecerá por los enfermos y sus cuidadores. Participan las Asociaciones Marianas (Archicofradía Virgen del Remedio, Legión de María, Marías de los Sagrarios, etc.)

17:30 h Conferencia. «Las Apariciones de la Virgen»a cargo de D. José Manuel Diez Quintanilla (Presidente nacional de Radio María)
19:00 h Rezo del Rosario voluntarios de Radio María.
20:00 h Misa con unción y bendición de los enfermos presidida por el obispo diocesano.
21:00 h Vigilia diocesana de jóvenes.

17 OCTUBRE- S. I. C. SAN NICOLÁS (ALICANTE)
10:00 h Misa de despedida

TRANSFUSIÓN DE VIDA


Cuenta un voluntario que trabajaba en un hospital de Stanford, que hace muchos años conoció a una niña llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. “Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:
–Sí, lo haré, si eso salva a Liz”.
Prosigue el relato. “Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonreía mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le pregunto con voz temblorosa.
– ¿Empezaré a morirme en seguida?”
“Como era sólo un niño –comenta el testigo–,  no había comprendido al doctor; pensaba que le daría toda su sangre a su hermana, y después se moriría. Y aun así se la daba”.

sábado, 12 de octubre de 2019

LA MUERTE NO ES EL FINAL


Hermoso final del desfile militar del  día de la Fiesta Nacional, durante el homenaje a los soldados que dieron su vida por España: Ainhoa Arteta interpretar «La muerte no es el final».

CANONIZACIÓN DEL CARDENAL NEWMAN


El cardenal John Henry Newman será canonizado mañana, domingo 13 de octubre
John Henry Newman, hijo de un famoso banquero inglés había alcanzado gran prestigio en los círculos intelectuales de su tiempo. Era sacerdote de la Iglesia Anglicana de Inglaterra y capellán de la Iglesia de Santa María vinculada a la Universidad de Oxford. Una carrera brillante, un futuro prometedor ¿Por qué hacerse católico?
Sus ansias de verdad y su afán por restaurar en la Iglesia Anglicana ciertas tradiciones que se habían perdido, le llevaron a crear un movimiento, junto con otros clérigos anglicanos que pretendía regenerar la fe. Una postura revolucionaria que le llevó a reintroducir principios católicos como la devoción y la tradición. Ante su sorpresa, tuvo que rendirse ante la autoridad de sus propios argumentos admitiendo que en el origen de la Iglesia Anglicana estaba la católica. Comprendió que su Iglesia era cismática y que “su salvación dependía de que se uniera a la Iglesia de Roma”. Siguiendo su conciencia fue recibido oficialmente en la Iglesia Católica el 9 de octubre de 1845.  Fecha en la que la Iglesia celebra su santidad (onomástica).
En su memoria autobiográfica explica que desde su conversión su paz y su alegría habían sido perfectas, “como si hubiera llegado a puerto después de una travesía agitada”.
No deja de ser un acto heroico ya que había dejado un puesto de gran autoridad para unirse a una minoría, en Inglaterra, que además se miraba con malos ojos. Perdió muchas amistades, a pesar de que algunos de sus mejores amigos le pidieran perdón 17 años después, por ejemplo, John Keble quien participó con él en el Movimiento de Oxford y que le escribió una carta muy emotiva: “Que gran carga tuviste que llevar a causa de tu conciencia” le dijo a lo que Newman le contestó “en ningún momento dudé de tu afecto y amistad”.
La comunidad católica que le acogió tampoco supo muy bien qué hacer con él, por un lado estaban sorprendidos de tener a alguien tan prestigioso entre sus filas, otros no acababan de creerlo  mostrando un cierto grado de sospecha. Las autoridades católicas le invitaron a liderar varios proyectos pero luego fallaban a la hora de proporcionarle las herramientas, como cuando se le pidió fundar la universidad católica de Dublin, Irlanda; o supervisar una traducción de la Biblia o dirigir un periódico católico. Llegó un punto tan difícil que escribió: “como protestante veía mi religión como deprimente, pero no mi vida; ahora como católico mi vida es deprimente, pero no mi religión. Desde que me hice católico me da la sensación de que sólo he tenido fracasos”.
Al viajar a Roma en 1846 para estudiar y ser sacerdote, se inspiró en el oratorio de San Felipe Neri que intentaba mejorar la catequesis de esta ciudad y decide fundar oratorios en Inglaterra. Quería cuidar el aspecto cultural y doctrinal a la par que se desarrollaba una gran actividad pastoral.
El London Oratory es una de sus fundaciones que se encuentra en el corazón de la capital de Inglaterra, un remanso de paz cerca de Harrods y los grandes museos, que siempre ha sido un foco de catolicidad.
John Henry Newman tuvo claro que Dios le llamaba para algo concreto: “Tengo mi misión, soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre personas. No me ha creado para la nada. Haré el bien, haré su trabajo; seré un ángel de paz, un predicador de la verdad en el lugar que me es propio”.
Al final de su vida, en 1879 el Papa lo nombró de manera inesperada cardenal, así que sus últimos años fueron más tranquilos.  Murió en paz el 11 de agosto de 1890. En su epitafio se lee “Ex umbris et imaginibus in veritatem” (“De las sombras y de las imágenes hacia la Verdad") 

viernes, 11 de octubre de 2019

SAN JUAN XXIII Y EL SANTO ROSARIO


Hoy, que celebramos la memoria de San Juan XXIII, y estamos en el mes del Santo  Rosario, quiero contaros esta anécdota.

En plena guerra fría, cuando el mundo estaba al borde de una guerra nuclear por la Crisis de los Misiles, al Papa  San Juan XXIII le preocupaba mantener el diálogo entre las naciones. Por ese motivo recibió en audiencia privada al director del diario "Pravda", Aleksei Adzhubei y su esposa Rada, hija del Primer Ministro soviético Nikita Krushev.


Los recibió en su biblioteca. Después de conversar, entre otras cosas, sobre los Santos de Rusia y de su maravillosa liturgia, San Juan XXIII tomó un rosario y se lo entregó a Rada. 

"Señora, mis allegados me dicen que a una princesa no católica debía ofrecerle algunas monedas o sellos; pero yo le doy un rosario ya que nosotros, los sacerdotes, además del rezo bíblico de los salmos, tenemos esta forma popular de oración. Para mí, el Papa, los quince misterios son quince ventanas, a través de las cuales contemplo, a la luz del Señor, los acontecimientos del mundo. Rezo uno en la mañana, otro a principios de la tarde, otro en la noche... a la gente le gusta escuchar cuando digo que, en el tercer misterio gozoso - el del nacimiento de Jesús - ruego por todos los que nacen durante el día, y que, católicos o no, reciben al llegar a este mundo las bendiciones del Papa. Cuando rece el tercer misterio, pediré también por sus hijos, señora”.

La señora Adjoubei, con el rosario en las manos, respondió: "Gracias, Santo Padre:" ¡Le estoy muy agradecida! Se lo diré a mis hijos”.

jueves, 10 de octubre de 2019

EGOCÉNTRICO




Un escritor va paseando por la calle y se encuentra con un amigo. Se saludan y comienzan a charlar. Durante más de media hora el escritor le habla de sí mismo, sin parar ni un instante. De pronto se detiene un momento, hace una pausa, y dice: "Bueno, ya hemos hablado bastante de mí. Ahora hablemos de ti: ¿qué te ha parecido mi última novela?

miércoles, 9 de octubre de 2019

AMAR AL ENEMIGO

Testimonio del Cardenal Van Thwan: 

Un día un carcelero me preguntó:
-¿Usted nos ama?
-Sí, os amo.
-Pero nosotros le hemos retenido en prisión muchos años, sin juicio, sin condena, ¿y nos ama? ¡Es imposible! iNo será de verdad!
-Yo he estado muchos años con usted, y usted lo ha visto, es verdad.
-Cuando salga libre, ¿no enviará a sus fieles a quemar nuestras casas, a matar a nuestros familiares?
-No; aunque queráis matarme, yo os amo.
-Pero ¿por qué?
-Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, incluso a los enemigos. Si no lo hago, no soy digno de llamarme cristiano.
-Es muy hermoso, pero difícil de entender.