Cuentan de un religioso muy piadoso y muy anciano que, por razón de la edad, consideraba próxima la hora de su muerte; al ser interrogado si tenía miedo a morir, le contestó: “la muerte no me preocupa ni poco ni mucho; lo que verdaderamente me preocupa y mucho es la aduana. Después de morir será preciso pasar la aduana de Dios y allí me registrarán el equipaje. Eso si me preocupa”.
Pero si conoces al aduanero, y es tu amigo, porque has compartido con Él tu vida y preocupaciones, Él ya te ha ayudado en este mundo a preparar el equipaje necesario para pasar la puerta que te lleva a la Vida. Entonces el paso no es tanto atravesar una aduana sino encontrarte definitivamente con el Amigo que te lleva a Casa.
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