sábado, 25 de agosto de 2012

AMOR HUMANO, AMOR DIVINO

Juan Manuel de Prada (texto extraído de su artículo “Amor humano, amor divino”)
El amor sólo es grande y duradero en la medida en que lo nutren decepciones y dolores; desconocer lo que hay de fecundo en el dolor es la tara principal de esta época delicuescente.(…) La intimidad cotidiana resta brillo a las cualidades del ser amado; y, al mismo tiempo, hace resaltar sus imperfecciones y miserias. Entonces el amor corre el riesgo de hundirse en la aridez y la insatisfacción. Sólo el amante que aprende el realismo del amor puede sobrevivir al desvanecimiento de esa ilusión primera; sólo aquel que sabe salir de sí mismo para entregarse al otro, para sentirse ligado al otro, vencido por el otro, invadido por su destino, puede hallar la verdadera alegría del amor. El amor que vive de codiciar siempre nos deja, a la postre, hambrientos; el único amor que nos deja saciados es el que vive para darse.

Pero vivir para darse, sacrificarse por otra persona, amarla a pesar de sus defectos, incluso a causa de sus defectos, sólo es posible cuando el amor humano se conjuga y amalgama con el amor divino. El auténtico amor -escribía Thibon- acoge al ser amado no como un dios, sino como un don de Dios; no lo confunde nunca con Dios, pero no lo separa nunca de Dios. Escribe Dante, al referirse a Beatriz: "Ella miraba a lo alto y yo la miraba a ella". Sólo así los esposos pueden conservar eternamente alma de novios. Y es que, para amar a un ser lleno de imperfecciones como somos cada uno de nosotros, es preciso amarlo más allá de sus propias imperfecciones, amarlo como mensajero divino de una plenitud que sobrepasa.

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