domingo, 13 de octubre de 2019

TRANSFUSIÓN DE VIDA


Cuenta un voluntario que trabajaba en un hospital de Stanford, que hace muchos años conoció a una niña llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. “Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:
–Sí, lo haré, si eso salva a Liz”.
Prosigue el relato. “Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonreía mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le pregunto con voz temblorosa.
– ¿Empezaré a morirme en seguida?”
“Como era sólo un niño –comenta el testigo–,  no había comprendido al doctor; pensaba que le daría toda su sangre a su hermana, y después se moriría. Y aun así se la daba”.

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