jueves, 19 de noviembre de 2009

HISTORIAS PARA REZAR: LA BOTELLA


Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada, sin ventanas, sin techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer en ella: "Usted necesita primero preparar la bomba de agua con toda el agua que contiene esta botella, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar".


El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua... ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca... o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco fiables escritas no se sabe cuánto tiempo atrás?.

Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces, de pronto, surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia... Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: "Créame que funciona. Usted tiene que dar toda el agua antes de obtenerla nuevamente".

Muchas veces tenemos grandes oportunidades que se nos presentan en la vida y que pueden ayudarnos a ser mejores personas o pueden abrirnos puertas nuevas que nos conducen a un mundo mejor... pero tememos... no confiamos. La vida es un desafío, ¿por qué no nos arriesgamos?, ¿por qué no creemos? El tren pasa algunas veces por nuestra vida cargado de cosas buenas... podemos arriesgarnos y subir... o dejarlo pasar... ¿Y si no vuelve? ¿Y si esa oportunidad que hoy dejamos pasar no se repite?

domingo, 15 de noviembre de 2009

¡SOÑAR, SEÑOR, SOÑAR!


Hazme soñar... ¡Soñar, Señor, soñar!...
¡Hace tiempo que no sueño!
Soñé que iba una vez -cuando era niño todavía,
al comienzo del mundo-
en un caballo desbocado por el viento,
soñé que cabalgaba, desbocado, en el viento...
que era yo mismo el viento...
Señor, hazme otra vez soñar que soy el viento,
el viento bajo la Luz, el viento traspasado por la Luz,
el viento deshecho por la luz,
el viento fundido por la luz,
el viento.., hecho Luz...
Señor, hazme soñar que soy la Luz...
que soy Tú mismo, parte de mí mismo...
y guárdame, guárdame dormido,
soñando, eternamente soñando
que soy un rayito de Luz de tu costado.

(León Felipe)

NO TODO ES LO QUE PARECE


Es tiempo de elegir a un líder mundial y tu voto cuenta.

Estos son los hechos de los tres candidatos:

Candidato A : se lo asocia con políticos corruptos y suele consultar a oráculos y videntes. Ha tenido dos amantes. Fuma un cigarrillo detrás de otro y bebe de 8 a 10 martinis por día.

Candidato B: lo echaron del trabajo dos veces, duerme hasta tarde, usaba opio en la universidad y toma un cuarto de botella de whisky cada noche.

Candidato C: es un héroe condecorado de guerra. Es vegetariano, no fuma, toma de vez en cuando alguna cerveza y no ha tenido relaciones extramatrimoniales.

¿Cuál de estos candidatos elegirías?


El candidato A es Franklin D. Roosevelt.
El candidato B es Winston Churchill.
El candidato C es Adolph Hitler.

No todo es lo que parece. Lo importante de las personas son ellas mismas, y no su pasado o su apariencia.

viernes, 13 de noviembre de 2009

LA CRUZ Y EL DESTINO DEL MUNDO


En “La esfera y la cruz” Chesterton cuenta un diálogo singular entre dos personajes no menos singulares: el profesor Lucifer y el monje Miguel. Los dos viajan juntos en avión, y, al sobrevolar la catedral de Londres, el profesor profiere una blasfemia contra la cruz.

—Me pregunto si esta blasfemia te ayuda en algo —le responde el monje—.

Y, a continuación añade:
—Permíteme que te cuente una historia:

"Conocí a un hombre como tú; él también odiaba al crucifijo: lo eliminó de su casa, del cuello de su mujer, hasta de los cuadros; decía que era feo, símbolo de barbarie, contrario al gozo y a la vida. Pero su furia llegó a más todavía: un día trepó al campanario de una iglesia, arrancó la cruz y la arrojó desde lo alto.

Este odio acabó transformándose primero en delirio y después en locura furiosa. Una tarde de verano se detuvo ante una empalizada muy larga; no brillaba ninguna luz, no se movía ni una hoja, pero creyó ver la larga empalizada transformada en un ejército de cruces, unidas entre sí colina arriba y valle abajo. Entonces, blandiendo el bastón, arremetió contra la empalizada, como contra un batallón enemigo.

A lo largo de todo el camino fue destrozando y arrancando los palos que encontraba a su paso. Odiaba la cruz, y cada palo era para él una cruz. Al llegar a casa seguía viendo cruces por todas partes, pateó los muebles, les prendió fuego, y a la mañana siguiente lo encontraron cadáver en el río. "

El profesor Lucifer, al oír el relato, mordiéndose los labios, mira al anciano monje y le dice:

—Esta historia te la has inventado tú.

—Sí, responde Miguel, acabo de inventarla; pero expresa muy bien lo que estáis haciendo tú y tus amigos incrédulos. Comenzáis por despedazar la cruz y termináis por destruir el mundo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

"POR QUÉ CREO". NUEVO LIBRO DE VITORIO MESSORI


El primer periodista que entrevistó a Juan Pablo II explica su conversión

Diario Ya.es
Dos periodistas frente a frente: Vittorio Messori, el hombre que entrevistó a dos Papas, abre el libro de su vida ante el prestigioso vaticanista Andrea Tornielli. Nunca Messori había contado tantos detalles sobre su conversión al catolicismo, a los 23 años, dejando atrás una educación anticlerical.
Pero hace algo más. Frente a quienes, no creyentes o incluso creyentes, recluyen la religión en el ámbito de la irracionalidad, Messori sostiene que la razón conduce a la Fe, y que los fundamentos históricos que otorgan credibilidad al cristianismo tienen una solidez sin fisuras.
Vittorio Messori cuenta en el libro editado por Libros Libres todo su proceso de conversión.

Vittorio Messori, periodista italiano de 56 años, es conocido internacionalmente por haber entrevistado a Juan Pablo II en Cruzando el umbral de la esperanza, y al Cardenal Ratzinger en Informe sobre la fe. Pero, en contra de lo que pudiera pensarse, no ha sido precisamente un "católico de toda la vida".

Educado en la aversión a la Iglesia
"Nací en plena Guerra Mundial en la región quizá más anticlerical de Europa: en la Emilia, zona del antiguo Estado pontificio, la del don Camilo y Peppone (el cura de pueblo y el alcalde comunista) de Guareschi. Mis padres no estaban precisamente de parte de don Camilo y, aunque vivían de verdad unos valores -apertura, acogida, generosidad, etc-, desde pequeño me inculcaron la aversión, no al Evangelio o al cristianismo, sino al clero, a la Iglesia institucional. Me bautizaron como si fuera una especie de rito supersticioso, sociológico, pero después no tuve ningún contacto con la Iglesia.
En la escuela recibió doctrina marxista
Acabada la Guerra, mis padres se trasladaron a Turín, la mayor ciudad industrial italiana, cuna del marxismo italiano -de Gramsci, Togliatti y otros dirigentes comunistas-, en la que los católicos hace tiempo que son minoría. Asistí allí a un colegio público, donde no se hablaba de religión más que para inculcarnos el desprecio teórico hacia ella. Obligada por el Concordato había, sí, una clase semanal de enseñanza religiosa, pero casi ninguno la tomaba en serio y yo, en concreto, eludía la asistencia con las más variadas excusas. O sea, que si por mi familia estaba imbuido de anticlericalismo pasional, la escuela llovió sobre mojado al enseñarme la cultura del iluminismo, del liberal-marxismo".

Apasionado y comprometido políticamente con la izquierda
Acabado el bachillerato, eligió como carrera universitaria la de Ciencias Políticas. Pertenecía a la famosa generación del 68 y convirtió la política en su pasión. "Decía el teólogo protestante Karl Barth que «cuando el cielo se vacía de Dios, la tierra se llena de ídolos». Para mí el cielo estaba vacío, y uno de los ídolos que llenaba la tierra era precisamente la política. Era para mí una auténtica pasión. Estaba muy comprometido con los partidos de izquierda".

Desprecio para el Evangelio por sistema: sin haberlo leído
Se da cuenta con el tiempo de que la política no podía proporcionarle las respuestas sobre el sentido de la vida. "Sin embargo, aun consciente de esas carencias de la política, a la vez estaba convencido de que no podría encontrar respuestas fuera de ella, precisamente porque formaba parte de los que rechazaban el cristianismo sin tomarse la molestia de conocerlo. Pensaba que cualquier dimensión religiosa pertenecía a un mundo pasado, al que un joven moderno como yo no podía tomar en serio. (...) El Evangelio era para mí un objeto desconocido: nunca lo había abierto, pese a tenerlo en mi biblioteca, porque pensaba sin más que formaba parte del folklore oriental, del mito, de la leyenda.

Un paulatino proceso de dos meses, pero definitivo para su conversión
Pero un día sucedió... Llegamos a un punto en que me es difícil hablar... por pudor. André Frossard, colega y amigo mío, entró un día en una iglesia católica en Francia y de la misma salió convertido. Mi proceso no es tan clamoroso. Pero un tipo semejante de experiencia mística, no tan inmediata sino diluida en el arco de dos meses, también la he vivido yo. Mi hallazgo de la fe fue muy protestante. Fue un encuentro directo con la misteriosa figura de Jesús, a través de las palabras griegas del Nuevo Testamento. No vi luces, ni oí cantos de ángeles. Pero la lectura de aquel texto, hecha probablemente en un momento psicológico particular, fue algo que todavía hoy me tiene aturdido. Cambió mi vida, obligándome a darme cuenta de que allí había un misterio, al que valía la pena dedicar la vida.

La presión familiar
La situación que se creó fue todo un drama para mí. De inmediato me vino un gran consuelo, una gran alegría, pero a la vez un miedo terrible, por varios motivos. Por una parte, me di cuenta de que mi vida debía cambiar, sobre todo en la orientación intelectual. (...) Me hacía sufrir especialmente el que, si mi familia se enteraba de lo que me sucedía, me echasen de casa. De hecho, cuando mi madre supo que asistía a Misa a escondidas, telefoneó al médico y le dijo: «Venga, doctor. Mi hijo padece una fuerte depresión nerviosa». «¿Qué síntomas tiene?», preguntó el médico. Y mi madre le contestó: «Un síntoma gravísimo: he descubierto que va a Misa». Esto da idea del clima que se vivía en mi familia y de lo mucho que podía afectarme.
Su razón, sin embargo, le decía: "No, te equivocas" Otro ingrediente del drama era una especie de choque entre dos posturas que yo entendía como contrapuestas. Por un lado, algo me hacía ver que en el Evangelio estaba aquella verdad que había buscado. Se trataba de una experiencia del Evangelio como "encuentro", no sólo como palabra, valor, moral o ética. Para mí, el Evangelio no es un libro, sino una Persona. Era la experiencia de un encuentro fulgurante, consolador y, a la vez, inquietante. Inquietante también porque entonces yo me sentí como aquejado por una especie de "esquizofrenia". Se trataba de la disociación entre la intuición que me había hecho entender que allí, en el Evangelio, estaba la verdad, y mi razón, que me decía: No, es imposible, te equivocas.

Para no caer en esquizofrenia
Desde entonces, todo lo que he hecho y los muchos miles de páginas que he escrito, en el fondo no obedecen más que al intento de vencer esa esquizofrenia, procurando dar respuesta a esta pregunta: ¿Se puede creer, se puede tomar en serio la fe, puede un hombre de hoy apostar por el Evangelio? Todo ha girado en torno a la fe, a la posibilidad misma de creer.

Sin renunciar a la razón
Ha sido una aventura solitaria -siempre he sido un individualista-, en la que me guió Pascal: un hombre de hace 300 años, también laico convertido, que razonaba como yo, que no quería renunciar a la razón y que, antes de rendirse a la fe, deseaba agotar todas las posibilidades. Él me ayudó a descubrir esa nueva Atlántida personal. He hablado de aventura solitaria y de mi individualismo, pero también digo siempre que no soy un "católico del disenso". Al contrario, soy un "católico del consenso". Y es que, en la lógica de la Encarnación, no sólo juzgo legítimo al Vaticano, a la Iglesia institucional, sino que la considero necesaria, indispensable.

Sin los hombres no es posible aceptar a Dios
¿Cuándo decidí aceptar la Iglesia? Cuando, al reflexionar sobre el Evangelio para intentar conocer mejor el mensaje de Jesús, me di cuenta de que el Dios de Jesús es un Dios que quiso necesitar a los hombres, que no quiso hacerlo todo solo, sino que quiso confiar su mensaje y los signos de su gracia -los sacramentos- a una comunidad humana. Es decir, si uno reflexiona bien, acepta la Iglesia no porque la ame, sino porque forma parte del proyecto de Dios. Me ha costado muchos años, pero ahora estoy convencido de que sin la mediación de un grupo humano, en el fondo no tomaríamos en serio la mediación de Jesús.

Cuando muchos clericales huían de ella
Mi aventura también ha sido solitaria porque era uno de los pocos que andaba contracorriente. Entraba en la Iglesia cuando tantos clericales salían de ella gritando: ¡Qué maravilla, finalmente la tierra prometida! ¡Hemos descubierto la cultura laicista! Yo, asombrado, intentaba pararlos: ¿Qué hacéis? ¡La verdadera cultura está aquí dentro, en la Iglesia!

Fascinado por el Evangelio, por Jesucristo y por la Iglesia
Por eso, algunos me han acusado de ser un reaccionario, un nostálgico. Es absurdo. Yo no he conocido la Iglesia preconciliar, no he escuchado jamás una Misa en latín, porque antes del Concilio nunca había asistido a Misa, y cuando comencé a ir, era ya en italiano. De ahí que no pueda ser un nostálgico. ¿De qué? No he tenido ni una infancia ni una juventud católica. Lo que sí he conocido de cerca es la cultura laicista. Y luego, un encuentro misterioso y fulgurante con el Evangelio, con una Persona, con Jesucristo; y, después, con la Iglesia".
Las citas son de una entrevista de José R. Pérez Arangüena.

lunes, 9 de noviembre de 2009

JUAN PABLO II Y EL MURO DE BERLÍN

JOSE RAMÓN GARITAGOITIA EGUÍA. EL CORREO DIGITAL.08.11.09

En 1989, coincidiendo con el 50º aniversario de la II Guerra Mundial, en Europa central y oriental se perfilaron escenarios sociales y políticos inéditos. Todo lo que sucedió en la segunda mitad de aquel año fue una auténtica revolución social que permitió eliminar algunas trágicas consecuencias del conflicto. Han pasado veinte años desde entonces. Hace unos días la Fundación Konrad Adenauer reunió en Berlín al ex presidente Bush (padre), Helmut Kohl y Mijail Gorbachov. Junto con Juan Pablo II, fallecido en 2005, fueron protagonistas de aquellos acontecimientos que transformaron Europa.

La influencia del primer Papa eslavo de la Historia aceleró, de algún modo, el cambio del 'estatus quo' en su nación. Desde Polonia la llama de la libertad se traspasó a los demás países al otro lado del telón de acero. Mijail Gorbachov, uno de los protagonistas de aquellos acontecimientos, así lo ha reconocido. En octubre de 2004, todavía en vida de Juan Pablo II, recibí una carta del que fuera último presidente de la URSS y secretario general del Partido Comunista Soviético: «Estoy totalmente de acuerdo con usted -escribía Gorbachov- en que Su Santidad Juan Pablo II ha desempeñado un papel sincero y activo en todo el proceso de la unificación de Europa». Y poco más adelante afirmaba: «Actúa como un gran político contemporáneo que persigue con coherencia alcanzar una victoria: la de conseguir que los principios humanísticos estén en la esencia de toda sociedad humana».

Cuando Wojtyla llega a Roma, en el otoño de 1978, la situación en los países del Este europeo era delicada. Leónidas Breznev, entonces secretario general del Partido Comunista Soviético, y una serie de dictadores al frente de los países satélites de Moscú mantenían la paz en la zona de influencia reconocida a la URSS en la Conferencia de Yalta. En esa situación, una íntima convicción, fundamentada en la experiencia personal, llevaba al nuevo Papa a no aceptar sin más semejante estado de cosas. Se sentía refrendado por la Historia. En enero de 1979, sólo tres meses después de su elección, inició lo que llegaría a ser una larga serie de viajes. La peregrinación a Polonia, en el corazón del Este europeo, resultó de capital importancia para la evolución de acontecimientos futuros.

En aquellos diez días de junio, la voz de Wojtyla a favor de la dignidad de la persona y su libertad contribuyó a acelerar la marcha de los acontecimientos. Para entonces la estructura comunista en Europa empezaba a desmoronarse. La reunión de millones de personas en torno a su compatriota tuvo un efecto decisivo desde el punto de vista de la psicología nacional. Veinte años después, durante su séptimo viaje pastoral a su patria, Juan Pablo II manifestó en Gdansk su convencimiento de que la transición experimentada en Polonia había sido la mecha que desencadenó el proceso. Después de recordar el trágico diciembre de 1970, los acontecimientos de agosto de 1980 y el dramático período del estado de guerra, terminó diciendo: «¿Hay un lugar más adecuado para hablar de esto que Gdansk? En efecto, en esta ciudad, hace diecinueve años, nació el sindicato 'Solidaridad'. Fue un acontecimiento que marcó un viraje en la historia de nuestra nación, e incluso en la de Europa. 'Solidaridad' abrió las puertas de la libertad a los países esclavos del sistema totalitario, derribó el muro de Berlín y contribuyó a la unidad de Europa, dividida en dos bloques desde la Segunda Guerra Mundial. Nunca hemos de olvidar esto. Ese acontecimiento forma parte de nuestro patrimonio nacional».

Las revoluciones no violentas de 1989 ofrecen lecciones que van más allá de los confines de un área geográfica específica. En su discurso de la ONU (1995), Juan Pablo II dio una interpretación: demostraron que la búsqueda de la libertad es una exigencia ineludible que brota del reconocimiento de la inestimable dignidad y valor de la persona humana, y acompaña siempre el compromiso en su favor. Pueblos enteros tomaron la palabra; mujeres, jóvenes y hombres vencieron el miedo. Miles de personas manifestaron los inagotables recursos de dignidad, de valentía y de libertad que poseen. Para Wojtyla, aquellos acontecimientos habían sido posibles por el esfuerzo de hombres y mujeres valientes que se inspiraban en una visión diversa y, en última instancia, más profunda y vigorosa: «La visión del hombre como persona inteligente y libre, depositaria de un misterio que la transciende, dotada de la capacidad de reflexionar y de elegir y, por tanto, capaz de sabiduría y de virtud».

También había sido decisiva, para el éxito de aquellas revoluciones, la experiencia de la solidaridad social: «Ante regímenes sostenidos por la fuerza de la propaganda y del terror, aquella solidaridad constituyó el núcleo moral del 'poder de los no poderosos', fue una primicia de esperanza y es un aviso sobre la posibilidad que el hombre tiene de seguir, en su camino a lo largo de la Historia, la vía de las más nobles aspiraciones del espíritu». La historia podía haber sucedido de otro modo, como apuntaban los precedentes de Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968). Sin embargo, pueblos enteros reivindicaron su libertad de forma pacífica, y vencieron. Fueron hechos que sorprendieron al mundo. Veinte años después de la caída del muro de Berlín recordamos con agradecimiento a quienes lo hicieron posible.

José Ramón Garitagoitia Eguía es Doctor en Ciencias Políticas y en Derecho Internacional Público. Es autor de una tesis sobre 'El pensamiento ético-político de Juan Pablo II' (2002), prologada por el último presidente de la URSS y Premio Nobel de la Paz, Mijail Gorbachov

TIERNO GALVÁN Y EL CRUCIFIJO


Se cuenta que cuando quisieron quitar el crucifijo del despacho del agnóstico Tierno Galván, siendo Alcalde de Madrid, manifestó:
“La contemplación de un hombre justo que murió por los demás no molesta a nadie. Déjenlo donde está.”

sábado, 7 de noviembre de 2009

LO QUE HAY DETRÁS DE LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL DE ESTRASBURGO: EL SER O NO SER DE LOS CRISTIANOS EN LA SOCIEDAD


Manuel Cruz / Análisis Digital/ 07.11.2009

Lo que ha venido a decir el Tribunal de Estrasburgo con su sentencia sobre los crucifijos en las escuelas públicas italianas, es que los derechos de una persona a que sus hijas no vean el símbolo por excelencia de la identidad cristiana de una cultura asumida por un país, está por encima del derecho de millones de personas que no ven inconveniente alguno en la presencia de dicho símbolo.

Hay alguna reflexión más de fondo sobre la sentencia, que dejo para el final. Pero, de momento, para poner de manifiesto la contradicción de la sentencia, supongamos ahora que el Tribunal, que depende del Consejo de Europa y cuyas sentencias sobre la protección de los derechos humanos sirven de pauta para los 47 Estados de firmantes de la convención, recibe una apelación firmada por un centenar de católicos reclamando los crucifijos. ¿Qué postura adoptarían los ilustres magistrados? ¿Valen más los derechos de una persona que los de cien?

Claro que si llevamos la suposición a su desideratum podríamos plantearnos todo un referéndum entre los padres que llevan a sus hijos a las escuelas públicas. ¿Por qué no? ¿Y si la mayoría de esos padres exige la presencia de los crucifijos porque, de lo contrario, sentirían vulnerados sus derechos a expresar sus convicciones cristianas?

Algún comentarista de los que albergan los periódicos agnósticos de nuestro país, reflexionaba estos días que la presencia de los crucifijos en la escuela pública “mal puede servir al pluralismo educativo, además de vulnerar el principio de neutralidad confesional del Estado y no respetar las convicciones religiosas y filosóficas de los pares y alumnos”. Esto significa, lisa y llanamente, que el “pluralismo” exige que el interés de una minoría se imponga a la mayoría y que la “neutralidad” del Estado supone proteger a una minoría frente a la mayoría que piense lo contrario... ¿Por qué no se aplica este principio tan “democrático” a las leyes que se debaten en el Parlamento como, por ejemplo, la ley del aborto, abominada por una parte de la sociedad?

Más aún: olvidemos la guerra de cifras sobre la manifestación a favor de la vida y la maternidad y vayamos al mismo Tribunal de Estrasburgo con una petición, firmada por una sola persona de las que asistieron al 17-O. ¿Sería escuchada su queja de que la ley del aborto vulnera el derecho a que se respeten sus convicciones filosóficas y religiosas? Claro que ya sabemos lo que este mismo Tribunal ha dictaminado: que no existe consenso sobre el origen de la vida y que, por lo tanto, corresponde a cada Estado definirlo, todo un aval para que un Gobierno como el de Zapatero, lo niegue...

Pero hay otras preguntas que hacerse sobre la insólita sentencia del Tribunal europeo aunque se venía venir dada la actitud anticristiana que están adoptando algunas instituciones internacionales. Por ejemplo, si el crucifijo hiere la vista de la señora mamá finlandesa de las niñas o de las propias escolares que van a una escuela italiana ¿por qué no miran a otra parte? ¿Proyectan los crucifijos algún rayo mortal para las delicadas conciencias de las niñas o de la mamá? Por supuesto, se puede llegar al absurdo de pedir al mismo tribunal que el país de origen de la mamá, Finlandia, retire la cruz de su bandera nacional o que deje de existir la “Cruz Roja” –también la “Media Luna Roja”, claro, para no discriminar...- y, por supuesto, que se prohíba la exhibición pública de las banderas de otros países donde haya cruces o medias lunas como símbolos de la cultura y la fe que dieron origen a las mismas.

En realidad, la pregunta más pertinente es la de qué hay detrás de la sentencia sobre los crucifijos. Proteger los derechos humanos de una persona está muy bien cuando esa persona sufre las consecuencias de leyes injustas. Pero resulta obvio que el símbolo cristiano de la cruz, asumido durante siglos por países que se han formado bajo el influjo del humanismo cristiano, no es fruto de una ley injusta sino de una costumbre que respeta el propio Estado aunque se declare laico, como es el caso de Italia. Lo que ocurre es que la corriente laicista –que no laical- propiciada por la paulatina deserción de los cristianos de la vida pública, trata de imponer desde el poder conquistado, sus propias ideas y hábitos que van contra la moral y la propia identidad cristiana de la sociedad europea. En este sentido, se hace urgente un profundo examen de conciencia de esa minoría/mayoría silenciosa que ha traicionado cobardemente a su propia identidad para que recupere la conciencia perdida.

No hay que echarle siempre la culpa al zapaterismo, como paladín de la cultura de la muerte y de la amoralidad pública, de la ofensiva del relativismo en España. Es la ausencia de los católicos de la vida pública y, acaso mucho peor, el acomodo que muchos han encontrado en la hipocresía y la corrupción, lo que está llevando a Europa a su decadencia moral. Pese a todo, ya hemos visto en el 17-O, que buena parte de esa sociedad adormecida empieza a despertar y que son decenas las asociaciones que han florecido para defender los derechos humanos y la ética en la política y las relaciones sociales... al tiempo que, curiosamente, se multiplican también las denuncias de los casos de corrupción.

Como subrayaba Benedicto XVI en su reciente encíclica social, el hombre sin Dios no sabe donde ir ni tampoco logra entender quien es. Por lo tanto, no se trata de rasgarse las vestiduras, ni de quitar crucifijos de las escuelas o de ponerlos más grandes: la “guerra” abierta por el Tribunal de Estrasburgo contra el símbolo de ese humanismo cristiano es la guerra que cada cristiano debe ganarse a sí mismo: ser o no ser, ese es el eterno problema.

viernes, 6 de noviembre de 2009

REACCIÓN DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA: LA CONDENA DEL CRUCIFIJO EN LA ESCUELA SUSCITA “PERPLEJIDAD”


CIUDAD DEL VATICANO, martes 3 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Con "amargura" y sobre todo con "perplejidad" ha recibido la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) la sentencia del Tribunal europeo de Derechos Humanos con la que ha condenado este martes a ese país por colocar crucifijos en las escuelas.

Un comunicado de prensa, emitido por la Oficina para las Comunicaciones Sociales de la CEI, basándose en una primera lectura de la sentencia, considera que en ella "se ha impuesto una visión parcial e ideológica".

El comunicado de prensa del episcopado italiano considera que esta sentencia "suscita amargura y muchas perplejidades".

"Ignora o descuida el múltiple significado del crucifijo, que no sólo es un símbolo religioso, sino también un signo cultural --añade la nota--. No tiene en cuenta el hecho de que, en realidad, en la experiencia italiana, la exposición del crucifijo en los lugares públicos está en armonía con el reconocimiento de los principios del catolicismo como parte del patrimonio histórico del pueblo italiano, confirmado por el Concordato de 1984", que regulas las relaciones Iglesia-Estado en ese país.

"De este modo, se corre el riesgo de separar artificialmente la identidad nacional de sus orígenes espirituales y culturales", aclara.

Según el episcopado, "no es ciertamente una expresión de laicidad, sino una degeneración en laicismo, la hostilidad contra toda forma de relevancia política y cultural de la religión".

Por su parte, el jurista Giuseppe Dalla Torre, rector de la universidad LUMSA de Roma, considera en declaraciones al servicio de información de la CEI, SIR, que el argumento del tribunal constituye un "razonamiento equivocado basado sobre un presupuesto: el crucifijo puede obligar a una profesión de fe. Sin embargo, el crucifijo es un símbolo pasivo, es decir, no obliga en conciencia a nadie".

martes, 3 de noviembre de 2009

LA UE DECLARA EL CRUCIFIJO "UNA VIOLACIÓN DE LA LIBERTAD RELIGIOSA" EN LAS AULAS

Roma. LA RAZÓN. 03.11.2009

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró hoy la presencia de los crucifijos en las aulas "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones" y de "la libertad de religión de los alumnos". La sentencia responde al recurso presentado por Soile Lautsi, una ciudadana italiana de origen finlandés, que en 2002 había pedido al instituto estatal italiano en el que estudiaban sus dos hijos que quitara los crucifijos de las clases.

Después de numerosos intentos fallidos ante los tribunales italianos, la mujer decidió recurrir al Tribunal de Estrasburgo, que esta mañana le dio la razón y declaró la costumbre italiana de exponer un crucifijo en las aulas de las escuelas públicas una violación de los derechos fundamentales. Ahora, el Gobierno italiano deberá pagar a Lautsi una indemnización de 5.000 euros por los daños morales sufridos.

Además, se trata de la primera sentencia que el Tribunal, que depende del Consejo de Europa, emite en materia de exposición de símbolos religiosos en las aulas. Sin embargo, el Ejecutivo que dirige Silvio Berlusconi no parece dispuesto a bajar la cabeza en este asunto y ya ha anunciado que recurrirá la sentencia, según hizo saber el juez Nicola Lettieri, que defiende al país transalpino ante el Tribunal de Estrasburgo. Además, numerosos exponentes del Ejecutivo de centroderecha criticaron la sentencia, tales como la ministra de Educación, Mariastella Gelmini, quien aseguró que el crucifijo es un "símbolo" de la tradición y su exposición en las aulas no implica "adhesión al catolicismo".

El ministro de Políticas Agrícolas, Alimentarias y Forestales, Luca Zaia, fue más severo y aseguró que la decisión de los jueces europeos es "fingidamente democrática" y ofende a muchas personas, ya sean cristianas o no. "Quien ofende los sentimientos de los pueblos europeos nacidos del cristianismo es sin lugar a dudas la Corte de Estrasburgo. Sin identidad, no existen los pueblos y sin cristianismo no existiría Europa", aseguró Zaia, agregando que quienes han emitido la sentencia deberían "avergonzarse".

La izquierda italiana, también se opone a la sentencia.

El líder del principal partido de centroizquierda, Pier Luigi Bersani, también se mostró contrario a la decisión ya que "una antigua tradición como la del crucifijo no puede ser considerada ofensiva por nadie". Además, "en cuestiones tan delicadas como esta, algunas veces, el sentido común acaba siendo víctima del derecho", añadió.

Por parte de la Iglesia italiana habló el presidente de la comisión para el Ecumenismo y el Diálogo de la Conferencia Episcopa italiana (CEI), monseñor Vincenzo Paglia, quien calificó la sentencia de "irresponsable" y "miope". "Frente al vacío ético, moral que a menudo vemos en nuestros jóvenes, pensar que se les ayuda haciendo 'tabula rasa' con todo me parece verdaderamente miope", consideró en declaraciones a Radio Vaticana. A su juicio, detrás del crucifijo "hay una dimensión cultural y educativa que sería verdaderamente irresponsable intentar eliminar". Según el obispo, la concepción que ha llevado a los jueces de Estrasburgo a tomar esta decisión se basa en la idea de que "una cultura es libre sólo en la medida en que no tiene nada o tiene únicamente lo que queda desarraigado de toda historia, tradición y patrimonio". El crucifijo, en cambio, debe entenderse como el "recuerdo de lo que sucede al hombre cuando no se respeta la justicia", así como del "valor de la gratuidad" que demostró Jesucristo con su vida, esa "gratuidad de la que todos tenemos necesidad independientemente de la fe a la que pertenezcamos", agregó.


El Vaticano, "reflexionará antes de comentar"

El Vaticano, en cambio, prefirió mostrar una posición más cauta, y, por el momento, no ha querido comentar la noticia, al menos hasta que sean publicadas las motivaciones de la sentencia. "Creo que es necesario reflexionar antes de comentar", explicó el director de la sala de prensa del Vaticano, Federico Lombardi. Por su parte, el presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los inmigrantes, monseñor Antonio Maria Vegli, tampoco quiso valorar la decisión de la Corte europea aunque admitió que estos temas le "molestan mucho".

En cambio, la Unión de Ateos y Agnósticos Racionalistas de Italia (UAAR), que fue la que impulsó el recurso ante el Tribunal de Derechos Humanos, sí expresó su satisfacción asegurando que se trata de "una victoria para el laicismo" del Estado italiano, según declaró su secretario general, Raffaele Carcano. "Hoy es un gran día para el laicismo italiano. Hemos tenido que recurrir a Europa para que nos dieran la razón, pero finalmente, el laicismo del Estado italiano, afirmada por todos con la palabra, se confirma en una sentencia histórica", aseguró.