miércoles, 16 de noviembre de 2011

LOS NIÑOS SÍNDROME DE DOWN TAMBIÉN LUCHAN

Una fotografía en la que se aprecia a un sonriente niño con Síndrome de Down sosteniendo un cartel con un breve resumen de su vida conmociona desde hace unos días a los usuarios de Facebook
En la foto se aprecia al pequeño sosteniendo un cartel que, en inglés, dice lo siguiente:




«Tal vez no sea perfecto
pero soy feliz.

Soy obra de las manos de Dios
Estoy hecho a su imagen
Y soy bendecido

Hago parte del 10 por ciento de niños
con Síndrome de Down
que ha sobrevivido a Roe vs.Wade»

La parte final del mensaje hace referencia al hecho de que desde que la Corte Suprema de Estados Unidos hiciera legal el aborto en 1973 con el fallo de Roe vs. Wade, el 90 por ciento de niños con Síndrome de Down perecen en el vientre materno a causa de esta práctica anti-vida.

martes, 15 de noviembre de 2011

EPITAFIOS CURIOSOS




Groucho Marx a su suegra; "RIP... RIP... ¡Hurra!"

Miguel de Unamuno; "Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo".

"Aquí yace Moliere, el rey de los actores. En estos momentos yace de muerto y de verdad que lo hace bien."

Enrique Jardiel Poncela: "Si queréis los mayores elogios moríos".

Miguel Mihura: "Ya decía yo que este médico no valía mucho"

En la tumba de Johann Sebastian Bach: "Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga"

En el cementerio de Agréda, Soria: "Vivió mientras estuvo vivo".

Lo puso un marido en la tumba de su suegra: «Aquí yaces y yaces bien, tú descansas y yo también».

El difunto pesaba 140 kilos e hizo infinitas curas de adelgazamiento: «Por fin me quedé en los huesos».

En una tumba del cementerio de Guadalajara: «A mi marido, fallecido después de un año de matrimonio. Su esposa con profundo agradecimiento».

En la tumba de Marlon Brando: «¡Otra vez protagonista de la ley del silencio!»

Lo puso el marido: «Pronto estaré contigo». Un conocido al ver las fechas tan distantes de fallecimiento escribió debajo: «Creí que no venías».

Lo puso un marido en la tumba de su suegra: «Tanta paz encuentres, como tranquilidad me dejas».

Lo puso en la lápida unos días antes de morir: «Os dije que estaba enfermo».

En un cementerio de Minnesota: «Fallecido por la voluntad de Dios y mediante la ayuda de un médico incompetente».

En la sepultura de un aprensivo que creyendo estar muy enfermo, se curaba con mejunjes y potingues: «Aquí yace un español, que estando bueno quiso estar mejor».

Lo pusieron sus amigos: «Aquí ya no toses, Manolo».

Lo puso el marido en la tumba de su suegra: «Ya era hora».

«Volveré para vengarme de los bancos».

Lo puso el marido en la tumba de su suegra: «Señor, recíbela con la misma alegría con la que yo te la mando».

Inscripción en la puerta de un cementerio: «Levantaos, vagos, la tierra es para quien la trabaja».

En un cementerio de Middlebury, en una lapida erigida por la suegra a su yerno: «Descansa en paz hasta que volvamos a encontrarnos».

Lo puso el difunto en la lápida unos días antes de morir: «Por fin dejé de fumar».

En la tumba de un ludópata, en lugar de poner R.I.P. ponía: «GAME OVER».

TARDE TE AMÉ


¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí; yo, fuera.
Por fuera te buscaba,
y me lanzaba sobre el bien y la belleza creados por ti.
Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ni conmigo.
Me retenían lejos las cosas.
No te veía ni te sentía, ni te echaba de menos.
Mostraste tu resplandor
y pusiste en fuga mi ceguera.
Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por ti.
Gusté de ti, y siento hambre y sed.
Me tocaste, y me abraso en tu paz.
(S. Agustín)

lunes, 14 de noviembre de 2011

HOMILÍA EXEQUIAL EN EL FUNERAL DE MANOLITA BLANCO

En este mes de noviembre estamos recordando a nuestros hermanos difuntos. Me ha venido a la mente y al corazón la imagen de Manolita Blanco, mujer plenamente entregada a Dios y que falleció al comienzo de este año. Creo que todos los parroquianos la echamos un poco de menos. Quiero compartir con vosotros las palabras de la homilía pronunciada con ocasión de su misa exequial.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.

Las últimas palabras de Jesús en la Cruz nos guían y nos acompañan en estos momentos. Junto al cirio pascual encendido y ante el féretro que contienen los restos de Manolita, estas palabras del Crucificado se convierten en un signo de esperanza para todos.

He querido escoger este evangelio por que sé el bien que le hacía a Manolita meditar la Pasión del Señor. Hace algunos años, por Cuaresma le regalé un libro muy sencillo, pero a la vez muy profundo. Era un libro de meditaciones sobre la Pasión. Le ayudó tanto que ella me decía que lo meditaba en todo tiempo, no sólo en Cuaresma, porque sentía que los sufrimientos de Cristo en su Pasión -todo el amor que Cristo mostraba a lo largo de esos instantes de su vía crucis-, le ayudaban a experimentar la cercanía del Señor… Le ayudaban a “sentirle” más que otros momentos de la vida de Cristo.

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”
El Señor, en los momentos terribles que envolvían su dolorosa agonía, hizo ese acto total de abandono en las manos del Padre con la seguridad de que el Padre acogería su ofrenda, porque era una ofrenda motivada por el amor a su divina voluntad… Y el Padre acogió la ofrenda de su Hijo, resucitándolo.

Manolita sabía perfectamente que, como cristiana y como consagrada plenamente al Señor (Aliada), el destino de Cristo, su Esposo, sería su mismo destino. Sabía que la Cruz formaba parte del camino, pero ella no la temía porque la llevaba con El, o mejor El con ella.

Hoy, en esta eucaristía, es fácil hablar de Resurrección, de Vida Eterna porque ¿que ha sido siempre la vida de Manolita?: un recordatorio de que sólo Dios puede llenar plenamente la vida de una persona.

No se entiende la vida de esta mujer sin un enamoramiento permanente, siempre creciente de Cristo. Pero no un Cristo idea o doctrina, no; de un Cristo vivo, al que se puede amar porque uno sabe que El está ahí, amando, dándose.

No se entiende la vida de Manolita sin la fe en Cristo vivo y presente. Un Cristo que venía a ella en la oración, en la liturgia, en la lectura, en la fidelidad a un carisma, en la celebración de la Eucaristía, en la confesión y en la dirección espiritual.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le pide la vida entera…, y ella se la da. Y le deja al Señor escribir su futuro: que tiene que dejar su tierra y marcharse a una zona distinta, lejana, por motivos de salud… ¡pues lo hace!. Que después de muchos años de una actividad apostólica intensa, tanto en el campo de la salud como en la catequesis parroquial, tiene que aceptar la limitación de una enfermedad que disminuye sus fuerzas y hace que su apostolado sea más discreto, menos visto, más escondido…, con mucho dolor, lo va aceptando y va conformándose a la voluntad de su Esposo.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le hace dedicar los mejores momentos del día a la oración y a la adoración. Horas delante del Santísimo… Y podéis pensar que estaba a gusto. Pero no era así. Para ella era un martirio, porque hacía muchos años que ya no sentía nada en la oración, ni en la comunión… Y aprendió entonces que lo importante era buscarle a El y no los afectos que El puede dar. Y siguió siendo constante todos los días en la oración y en la adoración. Por cierto, cuando muchos veían sólo dificultades en la instauración de la Capilla de la Adoración Perpetua, Manolita me animó y me dijo que ofrecía al Señor sus oraciones y pequeños sacrificios por el éxito de esta iniciativa.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le daba fortaleza para no rendirse ante su enfermedad y sus limitaciones. Mientras pudo, bajó a la Eucaristía. Disfrutaba de las celebraciones y fiestas parroquiales, y nunca se abandonaba en el arreglo personal. Yo me metía mucho con ella y le decía que sus dos grandes debilidades eran la parroquia y la peluquería…

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le hizo tener un corazón universal, misionero, gracias al carisma que le regaló. Me decía que se sentía muy Aliada… y que los escritos que recibía los leía y meditaba continuamente, y esto le ayudaba a abrirse a las necesidades de sus hermanas, y las de toda la Iglesia pidiendo además por la santidad de los sacerdotes. Ha sido una mujer fiel a la Iglesia con un gran amor al Papa, a los obispos y a los sacerdotes, y con un deseo permanente de aprender.

Como buena castellana no le gustaba quejarse, y ese ha sido el testimonio que ha dejado en el hospital. Una de las veces que ingresó en él, le pedí que viviera la estancia en la clínica como una vocación: “El Señor te ha llamado para que en medio del hospital seas evangelizadora. Aprovecha esta ocasión porque la recordarás como uno de los tiempos más hermosos de tu vida”. En estos últimos meses muchos habéis sido testigos de la actitud tan cristiana que ha tenido Manolita en el hospital. Cómo hasta el último momento ha estado pendiente de los enfermos que tenía cerca…, y de los que tenía lejos: llamándonos por teléfono y cantándonos un villancico. Y en ese ambiente de alegría y entrega, de repente, ayer viernes, si, en el día en que su Esposo murió en la Cruz, ella también entregó su espíritu al Padre. “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.

Unos minutos de homilía no son suficientes para profundizar un poco en la fe de esta mujer. Hay tantos detalles que se nos escapan. Hay tantos momentos que volverán a nuestro recuerdo con más serenidad. Le damos gracias al Señor por el regalo que nos ha hecho de tenerla entre nosotros. Y como ella también debe tanto a esta parroquia estoy seguro que a partir de ahora notaremos su intercesión delante del Señor. Yo ya le he encomendado las vocaciones de entrega total.

Antes de terminar quiero agradeceros a todos los detalles de cariño y acompañamiento que habéis tenido con ella siempre, pero especialmente cuando estaba más necesitada de ayuda. Iba a decir muchos nombres, pero creo que no hace falta. Todos los que habéis estado cerca de ella en los últimos meses habéis recibido un gran regalo de Dios. Agradezco la labor de los capellanes del hospital que le han alegrado tantas veces con sus atenciones espirituales. Desde el cielo les obtendrá abundantes beneficios.



Hemos perdido, como algunos la llamaban, “una vocalista”. La vamos ha echar de menos en los cantos porque mantuvo su potente voz hasta el último día. Conociéndola un poco, ya estará entonando el canto con el que los bienaventurados alaban a la Trinidad Santísima.



Que la Virgen, a la que tantas veces le rezo con devoción filial el Santo Rosario, la introduzca en las moradas de los que han sido fieles hasta el final.
Manolita. Intercede por nosotros.

EL HOMBRE Y LA MARIPOSA

Un hombre halló un capullo de una mariposa.

Y, un día, surgió una pequeña apertura. Se sentó y observó cómo la mariposa luchaba durante varias horas para forzar el paso de su cuerpo a través de ese estrecho agujero.

Entonces le pareció que la situación se había estancado y ya no había progreso.
Parecía como si hubiera llegado tanto como podía y no le era posible continuar.

Así que el hombre decidió ayudar a la mariposa.

Cogió unas tijeras y cortó el resto del capullo.
La mariposa salió con facilidad. Tenía el cuerpo hinchado y unas alas pequeñas y arrugadas.

El hombre continuó observando a la mariposa porque esperaba que sus alas crecieran en cualquier momento y su cuerpo se contrajera al momento.
Nada de eso ocurrió.
De hecho, la mariposa pasó el resto de sus días arrastrándose con el cuerpo hinchado y unas alas pequeñas y arrugadas. Nunca pudo volar.

Lo que el hombre no había entendido, en su ayuda amable y precipitada, es que ese capullo tan sofocador y la fuerza que la mariposa tenía que hacer para poder pasar por tan estrecha apertura eran el modo divino de forzar la salida de fluidos desde el cuerpo a las alas para que ésta fuera capaz de volar una vez que se librara del capullo.

A veces luchar es exactamente lo que necesitamos en nuestra vida. Si Dios permitiera que viviéramos sin obstáculos podría ser terrible para nosotros. No seríamos tan fuertes como debiéramos. Jamás podríamos volar.

Pedí Fuerza...
y Dios me dio dificultades para hacerme fuerte.
Pedí Sabiduría...
y Dios me dio problemas para resolver.
Pedí Prosperidad...
y Dios me dio un cerebro y un cerebro para trabajar.
Pedí Valentía...
y Dios me dio peligros que debía vencer.
Pedí Amor...
y Dios me dio gente con problemas a los que ayudar.
Pedí favores...
y Dios me dio oportunidades.
No Recibí nada de lo que quería...
y recibí todo lo que necesitaba.

EL PODER DE UNA SONRISA


Un hombre que viajaba por interminables carreteras paró su camión junto a un bar concurrido por otros conductores. Mientras esperaba que le sirvieran una cerveza, un muchacho de la cantina trabajaba afanoso frente a él, encorvado, al otro lado del mostrador.
- ¿Mucho trabajo?- le pregunto el viajero sonriéndole.
El muchacho levantó la cabeza y le devolvió la sonrisa.
Cuando meses más tarde pasó de nuevo por allí el mismo conductor, el muchacho del mostrador le reconoció como se reconoce una vieja amistad.

miércoles, 24 de agosto de 2011

SAN BARTOLOME




En la serie de los apóstoles llamados por Jesús durante su vida terrena, hoy llama nuestra atención el apóstol Bartolomé. En las antiguas listas de los doce siempre aparece antes de Mateo, mientras que cambia el nombre de quien le precede: en algunos casos es Felipe (Cf. Mateo 10,3; Marcos 3,18; Lucas 6,14) o Tomás (Cf. Hechos 1,13).


Su nombre es evidentemente patronímico, pues hace referencia explícita al nombre del padre. Se trata de un nombre de características probablemente arameas, «bar Talmay», que significa «hijo de Talmay».


No tenemos noticias importantes de Bartolomé. De hecho, su nombre aparece siempre y sólo dentro de las listas de los doce que antes he citado y, por tanto, no es el protagonista de ninguna narración. Tradicionalmente, sin embargo, es identificado con Natanael: un nombre que significa «Dios ha dado». Este Natanael era originario de Caná (Cf Juan 21,2) y, por tanto, es posible que haya sido testigo de algún gran «signo» realizado por Jesús en aquel lugar (Cf Juan 2,1-11).


La identificación de los dos personajes se debe probablemente al hecho de que Natanael, en la escena de la vocación narrada por el Evangelio de Juan, es colocado junto a Felipe, es decir, en el puesto que tiene Bartolomé en las listas de los apóstoles referidas por los demás Evangelios. A este Natanael, Felipe le había dicho que había encontrado a «ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Juan 1, 45).


Como sabemos, Natanel le planteó un prejuicio de mucho peso: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» (Juan 1,46a). Esta expresión es importante para nosotros. Nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía proceder de un pueblo tan oscuro, como era el caso de Nazaret (Cf. también Juan 7,42). Al mismo tiempo, sin embargo, muestra la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas, manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperamos. Por otra parte, sabemos que, en realidad, Jesús no era exclusivamente «de Nazaret», sino que había nacido en Belén (Cf. Mateo 2,1; Lucas 2,4). La objeción de Natanael, por tanto, no tenía valor, pues se fundamentaba, como sucede con frecuencia, en una información incompleta.


El caso de Natanael nos sugiere otra reflexión: en nuestra relación con Jesús, no tenemos que contentarnos sólo con las palabras. Felipe, en su respuesta, presenta a Natanael una invitación significativa: «Ven y lo verás» (Juan 1,46b). Nuestro conocimiento de Jesús tiene necesidad sobre todo de una experiencia viva: el testimonio de otra persona es ciertamente importante, pues normalmente toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega por obra de uno o de varios testigos. Pero nosotros mismos tenemos que quedar involucrados personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús.


De manera semejante, los samaritanos, después de haber escuchado el testimonio de la compatriota con la que Jesús se había encontrado en el pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con Él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo» (Juan 4, 42).


Volviendo a la escena de la vocación, el evangelista nos dice que, cuando Jesús ve que Natanael se acerca, exclama: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» (Juan 1,47). Se trata de un elogio que recuerda al texto de un Salmo: «Dichoso el hombre […] en cuyo espíritu no hay fraude» (Salmo 32,2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, quien replica sorprendido: «¿De qué me conoces?» (Juan 1,48a). La respuesta de Jesús no se entiende en un primer momento. Le dice: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Juan 1,48b).


Hoy es difícil darse cuenta con precisión del sentido de estas últimas palabras. Según dicen los especialistas, es posible que, dado que a veces se menciona a la higuera como el árbol bajo el que se sentaban los doctores de la ley para leer la Biblia y enseñarla, está aludiendo a este tipo de ocupación desempeñada por Natanael en el momento de su llamada.


De todos modos, lo que más cuenta en la narración de Juan es la confesión de fe que al final profesa Natanael de manera límpida: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Juan 1, 49). Si bien no alcanza la intensidad de la confesión de Tomás con la que concluye el Evangelio de Juan: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20,28), la confesión de Natanael tiene la función de abrir el terreno al cuarto Evangelio. En ésta se ofrece un primer e importante paso en el camino de adhesión a Cristo. Las palabras de Natanael presentan un doble y complementario aspecto de la identidad de Jesús: es reconocido tanto por su relación especial con Dios Padre, del que es Hijo unigénito, como por su relación con el pueblo de Israel, de quien es llamado rey, atribución propia del Mesías esperado.


Nunca tenemos que perder de vista ninguno de estos dos elementos, pues si proclamamos sólo la dimensión celestial de Jesús corremos el riesgo de hacer de Él un ser etéreo y evanescente, mientras que si sólo reconocemos su papel concreto en la historia, corremos el riesgo de descuidar su dimensión divina, que constituye su calificación propia.


No tenemos noticias precisas sobre la posterior actividad apostólica de Bartolomé-Natanael. Según una información referida por el historiador Eusebio en el siglo IV, un cierto Panteno habría encontrado en la India los signos de la presencia de Bartolomé (Cf. «Historia Eclesiástica», V, 10,3).


En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso la narración de su muerte por despellejamiento, que se hizo después sumamente popular. Basta pensar en la famosísima escena del Juicio Universal de la Capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel presentó a san Bartolomé teniendo en la mano izquierda su propia piel, en la que el artista dejó su autorretrato.


Sus reliquias son veneradas aquí, en Roma, en la Iglesia que se le ha dedicado en la Isla del Tíber, adonde habrían sido traídas por el emperador alemán Otón III en el año 983. Concluyendo, podemos decir que la figura de san Bartolomé, a pesar de la falta de noticias, nos dice que la adhesión a Jesús puede ser vivida y testimoniada incluso sin realizar obras sensacionales. El extraordinario es Jesús, a quien cada uno de nosotros estamos llamados a consagrar nuestra vida y nuestra muerte.

(BENEDICTO XVI, Catequesis)

martes, 26 de julio de 2011

ORACIÓN PARA ANTES DE NAVEGAR POR INTERNET



Dios Todopoderoso y Eterno, tú que nos has creado a imagen y semejanza tuya, y nos has mandado a buscar todo lo que es bueno, verdadero y hermoso, especialmente en la persona de tu Hijo Unigénito, Señor nuestro Jesucristo. Te rogamos, que por intercesión de San Isidoro de Sevilla, Obispo y Doctor de la Iglesia, hagas que durante nuestra peregrinación por Internet dirijamos nuestros ojos y nuestras manos solamente a lo que te es grato y que tratemos con caridad y paciencia a todas las almas que encontremos.

Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

martes, 12 de abril de 2011

¿CÓMO VIVIR LA SEMANA SANTA?


¿Cómo la vivieron los contemporáneos de Cristo?

a) Unos vivieron aquellos acontecimientos como una distracción. Habían ido a Jerusalén a hacer sus compras, sus negocios o de visita al templo, y les sorprendieron los acontecimientos del Nazareno. Lo vivieron como un entretenimiento. Muchos vivirán la Semana Santa como una ocasión de turismo, de evasión… como espectáculo.

b) Otros vivieron aquellos momentos causando dolor a Cristo: los Apóstoles que le abandonan, Judas que lo traiciona, el sanedrín, Pilatos, los soldados, la chusma que se burla de El, Herodes, Anás, Caifás… Muchos vivirán la Semana Santa sin dejar de sembrar el mal: los que siguen sin perdonar, los que se aprovechan de los demás, los que siguen corrompiendo a la gente… volviendo a causar dolor a Cristo en los demás.

c) Otros intentaron acompañar a Cristo hasta el final. Juan, el discípulo fiel, María y las mujeres que van con ella… No quisieron dejarlo solo. Buscaban sintonizar con lo que El estaba viviendo por dentro. No era sólo un acompañamiento externo…; por dentro intentaban tener los mismos sentimientos de Cristo.


¿Qué hacer en esta Semana Santa?

1. Participar de los Oficios Sagrados. La Pasión la podemos volver a vivir sacramentalmente en la liturgia. Jueves Santo, Viernes Santo y Vigilia Pascual. La Semana Santa empieza dentro de nuestras iglesias… porque quiere nacer dentro de nosotros acogiendo en nuestra alma la gracia de la Redención.

2. Contemplación orante de las procesiones: es la Pasión hecha imagen, y a través de la imagen tocar el misterio. Las procesiones nacen como consecuencia de una fe, de un encuentro personal con el Señor que quiere ser pregonado, anunciado, vivido públicamente…. Las procesiones son la gran manifestación pública de nuestra vivencia de la Pascua del Señor… Nacen, como el canto de los ángeles la noche de Navidad, para que la gente sencilla descubra la belleza de la Redención que Cristo nos obtiene por su Muerte y Resurrección.

3. Acercarnos al Sacramento de la Penitencia para poder vivir bien la Pascua del Señor. Hasta que no experimentemos el Perdón de Dios… no nos daremos cuenta verdaderamente de lo que significa la Muerte de Cristo en Cruz y su Resurrección.

4. Tener ojos para ver al Cristo sufriente que está cerca: enfermos, impedidos, personas que están solas.

5. Es el momento de reconciliarnos con los demás… Si no abrimos la puerta de la reconciliación, del perdón… la Sangre de Cristo todavía no nos ha lavado los pecados… y no ha llegado su gracias hasta nosotros, la gracia de su Muerte y Resurrección. Derribemos, con la fuerza de la Redención de Cristo, los muros que nos separan… Cristo muere y resucita para unirnos en una familia, la familia de los hijos de Dios.

lunes, 11 de abril de 2011

¿QUÉ SIGNIFICA LA EXPRESIÓN “ATRIO DE LOS GENTILES” EMPLEADA POR BENEDICTO XVI?


El Atrio de los Gentiles era el espacio del antiguo Templo de Jerusalén que no estaba reservado a los israelitas, al que podía acceder cualquier persona independientemente de su cultura, nación o religión. La idea de crear un espacio de encuentro entre creyentes y no creyentes fue propuesta por Benedicto XVI el 21 de diciembre de 2009, durante un discurso pronunciado ante la Curia Romana:

"Creo que la Iglesia debería abrir también hoy una especie de 'atrio de los gentiles' donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia", afirmaba el Papa.

"Al diálogo con las religiones debe añadirse hoy sobre todo el diálogo con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios es desconocido y que, a pesar de eso, no quisieran estar simplemente sin Dios, sino acercarse a él al menos como Desconocido", aclaraba.