lunes, 14 de noviembre de 2011

HOMILÍA EXEQUIAL EN EL FUNERAL DE MANOLITA BLANCO

En este mes de noviembre estamos recordando a nuestros hermanos difuntos. Me ha venido a la mente y al corazón la imagen de Manolita Blanco, mujer plenamente entregada a Dios y que falleció al comienzo de este año. Creo que todos los parroquianos la echamos un poco de menos. Quiero compartir con vosotros las palabras de la homilía pronunciada con ocasión de su misa exequial.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.

Las últimas palabras de Jesús en la Cruz nos guían y nos acompañan en estos momentos. Junto al cirio pascual encendido y ante el féretro que contienen los restos de Manolita, estas palabras del Crucificado se convierten en un signo de esperanza para todos.

He querido escoger este evangelio por que sé el bien que le hacía a Manolita meditar la Pasión del Señor. Hace algunos años, por Cuaresma le regalé un libro muy sencillo, pero a la vez muy profundo. Era un libro de meditaciones sobre la Pasión. Le ayudó tanto que ella me decía que lo meditaba en todo tiempo, no sólo en Cuaresma, porque sentía que los sufrimientos de Cristo en su Pasión -todo el amor que Cristo mostraba a lo largo de esos instantes de su vía crucis-, le ayudaban a experimentar la cercanía del Señor… Le ayudaban a “sentirle” más que otros momentos de la vida de Cristo.

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”
El Señor, en los momentos terribles que envolvían su dolorosa agonía, hizo ese acto total de abandono en las manos del Padre con la seguridad de que el Padre acogería su ofrenda, porque era una ofrenda motivada por el amor a su divina voluntad… Y el Padre acogió la ofrenda de su Hijo, resucitándolo.

Manolita sabía perfectamente que, como cristiana y como consagrada plenamente al Señor (Aliada), el destino de Cristo, su Esposo, sería su mismo destino. Sabía que la Cruz formaba parte del camino, pero ella no la temía porque la llevaba con El, o mejor El con ella.

Hoy, en esta eucaristía, es fácil hablar de Resurrección, de Vida Eterna porque ¿que ha sido siempre la vida de Manolita?: un recordatorio de que sólo Dios puede llenar plenamente la vida de una persona.

No se entiende la vida de esta mujer sin un enamoramiento permanente, siempre creciente de Cristo. Pero no un Cristo idea o doctrina, no; de un Cristo vivo, al que se puede amar porque uno sabe que El está ahí, amando, dándose.

No se entiende la vida de Manolita sin la fe en Cristo vivo y presente. Un Cristo que venía a ella en la oración, en la liturgia, en la lectura, en la fidelidad a un carisma, en la celebración de la Eucaristía, en la confesión y en la dirección espiritual.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le pide la vida entera…, y ella se la da. Y le deja al Señor escribir su futuro: que tiene que dejar su tierra y marcharse a una zona distinta, lejana, por motivos de salud… ¡pues lo hace!. Que después de muchos años de una actividad apostólica intensa, tanto en el campo de la salud como en la catequesis parroquial, tiene que aceptar la limitación de una enfermedad que disminuye sus fuerzas y hace que su apostolado sea más discreto, menos visto, más escondido…, con mucho dolor, lo va aceptando y va conformándose a la voluntad de su Esposo.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le hace dedicar los mejores momentos del día a la oración y a la adoración. Horas delante del Santísimo… Y podéis pensar que estaba a gusto. Pero no era así. Para ella era un martirio, porque hacía muchos años que ya no sentía nada en la oración, ni en la comunión… Y aprendió entonces que lo importante era buscarle a El y no los afectos que El puede dar. Y siguió siendo constante todos los días en la oración y en la adoración. Por cierto, cuando muchos veían sólo dificultades en la instauración de la Capilla de la Adoración Perpetua, Manolita me animó y me dijo que ofrecía al Señor sus oraciones y pequeños sacrificios por el éxito de esta iniciativa.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le daba fortaleza para no rendirse ante su enfermedad y sus limitaciones. Mientras pudo, bajó a la Eucaristía. Disfrutaba de las celebraciones y fiestas parroquiales, y nunca se abandonaba en el arreglo personal. Yo me metía mucho con ella y le decía que sus dos grandes debilidades eran la parroquia y la peluquería…

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le hizo tener un corazón universal, misionero, gracias al carisma que le regaló. Me decía que se sentía muy Aliada… y que los escritos que recibía los leía y meditaba continuamente, y esto le ayudaba a abrirse a las necesidades de sus hermanas, y las de toda la Iglesia pidiendo además por la santidad de los sacerdotes. Ha sido una mujer fiel a la Iglesia con un gran amor al Papa, a los obispos y a los sacerdotes, y con un deseo permanente de aprender.

Como buena castellana no le gustaba quejarse, y ese ha sido el testimonio que ha dejado en el hospital. Una de las veces que ingresó en él, le pedí que viviera la estancia en la clínica como una vocación: “El Señor te ha llamado para que en medio del hospital seas evangelizadora. Aprovecha esta ocasión porque la recordarás como uno de los tiempos más hermosos de tu vida”. En estos últimos meses muchos habéis sido testigos de la actitud tan cristiana que ha tenido Manolita en el hospital. Cómo hasta el último momento ha estado pendiente de los enfermos que tenía cerca…, y de los que tenía lejos: llamándonos por teléfono y cantándonos un villancico. Y en ese ambiente de alegría y entrega, de repente, ayer viernes, si, en el día en que su Esposo murió en la Cruz, ella también entregó su espíritu al Padre. “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.

Unos minutos de homilía no son suficientes para profundizar un poco en la fe de esta mujer. Hay tantos detalles que se nos escapan. Hay tantos momentos que volverán a nuestro recuerdo con más serenidad. Le damos gracias al Señor por el regalo que nos ha hecho de tenerla entre nosotros. Y como ella también debe tanto a esta parroquia estoy seguro que a partir de ahora notaremos su intercesión delante del Señor. Yo ya le he encomendado las vocaciones de entrega total.

Antes de terminar quiero agradeceros a todos los detalles de cariño y acompañamiento que habéis tenido con ella siempre, pero especialmente cuando estaba más necesitada de ayuda. Iba a decir muchos nombres, pero creo que no hace falta. Todos los que habéis estado cerca de ella en los últimos meses habéis recibido un gran regalo de Dios. Agradezco la labor de los capellanes del hospital que le han alegrado tantas veces con sus atenciones espirituales. Desde el cielo les obtendrá abundantes beneficios.



Hemos perdido, como algunos la llamaban, “una vocalista”. La vamos ha echar de menos en los cantos porque mantuvo su potente voz hasta el último día. Conociéndola un poco, ya estará entonando el canto con el que los bienaventurados alaban a la Trinidad Santísima.



Que la Virgen, a la que tantas veces le rezo con devoción filial el Santo Rosario, la introduzca en las moradas de los que han sido fieles hasta el final.
Manolita. Intercede por nosotros.

4 comentarios:

  1. Ejemplo de persona , nos dejo su cuerpo pero no su ejemplo de fe ,esfuerzo ante la adversidad y su paz al conversar .Gracias a Dios por haberla conocido.

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  2. Manolita radiaba mucha paz y no le faltaba esa alegría a su rostro aunque emplease 10 minutos de calvario con su andador hasta llegar a la puerta.

    Su voz con el Rosario y su cantar se echa mucho de menos. En una palabra una santa.

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  3. Era una mujer de Dios, la recuerdo en su trabajo, siempre dispuesta para ayudar, siempre con una sonrisa y una palabra amable, años mas tarde me compartió su vocación y entonces entendí de donde le venía su fuerza, su paz, su alegría.
    Que El Señor conserve siempre su recuerdo en mi corazón.

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  4. Hola! He encontrado este blog de casualidad, por esta entrada. Decir que he conocido a manolita muy bien, soy familiar suyo, la hija de uno de sus sobrinos, Manuel Blanco Álvarez. Me emocionan inmensamente estas preciosas palabras dedicadas a ella, y tan ciertas, las lágrimas de felicidad inundan mis ojos sabiendo que SIEMPRE ESTÁ CON NOSOTROS. Un cordial y afectuoso saludo

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