miércoles, 16 de noviembre de 2011

SOBERBIA

JOSÉ JAVIER ESPARZA. 16.11.2011

Amargo fin de año para Jordi González y 'La Noria'. Escándalo público, fuga masiva de anunciantes, críticas generalizadas, rumores de cierre. Todo por la entrevista con la madre de 'El Cuco' y el cuantioso pago de la pieza. Pero quizá lo peor está siendo la reacción del propio Jordi, visiblemente superado por las circunstancias. «No nos hemos equivocado y por eso nadie ha pedido perdón», decía esta mima semana. Y más aún, González acusaba a las cadenas rivales de orquestar una campaña contra él: «Intuyo que es una campaña de desprestigio por interés comercial, pero no tengo pruebas». Es la típica reacción de quien ya no controla los acontecimientos. Y sin embargo, Jordi no tenía por qué haberse metido en este jardín.


En esta profesión, donde todos hablamos o escribimos todo el día y todos los días, no hay nada más fácil que meter la pata. Es simple cuestión de cálculo de probabilidades. Así las cosas, no hay nada malo en bajar la cabeza, reconocer un error, pedir perdón y seguir adelante. Eso también debería formar parte del oficio. Creo que a Jordi González no le habría costado nada pedir perdón, decir que lamenta el escándalo, argüir que pagó esa entrevista porque la pauta en su programa es pagar siempre y sanseacabó. Incluso esto hubiera sido bueno para 'La Noria', porque el público agradece estos gestos de humildad. En vez de eso, desde el primer día adoptó una actitud soberbia de 'sostenella y no enmendalla', vituperó a los críticos, acusó a las casas comerciales de querer hacerse una campaña de imagen a costa de 'La Noria' y, para más hilaridad, se exhibió a sí mismo como víctima de la libertad de expresión. Fue esa primera reacción lo que precipitó las cosas, y las ha precipitado precisamente sobre la cabeza de Jordi González y 'La Noria'. Este de la soberbia sí que es un vicio muy propio de la gente de la tele, y aquí es donde uno necesita a alguien que le susurre al oído «recuerda que solo eres un hombre» mientras sujeta sobre su cabeza la corona de laurel, como a los victoriosos comandantes de la vieja Roma. Ahora ya es tarde para eso.

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