viernes, 22 de noviembre de 2019

¿QUÉ ES LA SANTIDAD?


SANTIDAD es luchar contra los propios defectos constantemente
SANTIDAD es cumplir el deber de cada instante, sin buscarse excusas.
SANTIDAD es servir a los demás, sin desear compensaciones de ningún género.
SANTIDAD es buscar la presencia de Dios –el trato constante con Él- con la oración y con el trabajo, que se funden en un diálogo perseverante con el Señor.
SANTIDAD es celo por las almas, que lleva a olvidarse de uno mismo
SANTIDAD es la respuesta positiva de cada momento en nuestro encuentro personal con Dios

(San Josemaría Escrivá, Tertulia 1971. Citado por Mons. Javier Echevarría, en Memoria de San Josemaría Escrivá)

martes, 19 de noviembre de 2019

LA PERSONA QUE EMPEZÓ A DERRIBAR EL MURO



Estamos celebrando el 30º aniversario de la “caída” –no cayó, lo tiraron- del Muro de Berlín. Un Muro hecho de hormigón, rodeado de alambradas y de minas. Un Muro donde se estrellaba el deseo de libertad de tantas personas. Un Muro levantado por un sistema político sin Dios. Un Muro ante el cual muchos “intelectuales” europeos callaron porque, según ellos, detrás de él había un paraíso sin paro, donde todos eran iguales, donde el Estado velaba por todos… Pero la gente de ese “paraíso” se sentía encarcelada. El paraíso comunista era falso. Era un timo. Era una horrible burla. Muchos pintaron con su sangre el hormigón del Muro en su intento de atravesarlo. Muchos murieron sin ver cumplidos los deseos de una sociedad verdaderamente libre.

Pero la Verdad no puede estar encerrada mucho tiempo. Los seres humanos no pueden ser tratados como “números sin rostro” durante mucho tiempo. Cuando un sistema atenta contra la dignidad humana, sus días están contados. Y el Muro tenía que caer. O mejor, debía ser derribado con la fuerza de la Verdad y del Amor.


Un hombre vino del Este. Vino a la Sede de Pedro y desde allí, con la fuerza del Espíritu en su cuerpo y en su voz, empezó a derribar ese Muro de Odio amasado por un humanismo deshumanizado. Vino un hombre del Este, del “paraíso” sin Dios, y empezó a derribar el Muro. Los medios que empleó: la certeza profunda de ser portador de la fuerza del Resucitado que no puede estar encerrado en ninguna tumba, que atraviesa los muros más impenetrables para que cada ser humano pueda recuperar la grandeza y la libertad de ser y vivir como hijo de Dios; y el rezo continuo del Santo Rosario, expresión de una devoción teológicamente sólida hacia la Santísima Virgen que prepara los caminos para el nacimiento de Cristo en el corazón de las personas y de los pueblos.

El Hombre del Este, Sucesor de Pedro, con la fidelidad absoluta a la misión recibida de Cristo, empezó a derribar el Muro.

Sabemos que existen otros muros a abatir. Muros más difíciles de atravesar que los muros de hormigón, porque son los que levantamos en nuestro interior y que nos aíslan por dentro convirtiéndonos en rehenes de nuestro propio egoísmo. Muros que intentan acallar la verdad, que consiguen silenciar las injusticias, que pretenden confundirnos y llamar “derecho” a todo deseo que experimentamos, aunque sea contrario a nuestra naturaleza humana. Muros que nos hacen ver al otro como un enemigo que nos quita algo de lo nuestro. Muros que alimentan prejuicios y desconfianzas. Muros que nos hacen insensibles al dolor ajeno. Muros que se levantan dentro de las familias y transforman a los hermanos en antagonistas. Muros que confunden a los adolescentes y jóvenes convirtiéndolos en seres ciegos a lo noble, a lo justo, a lo puro, a lo trascendente. Muros que falsifican la verdad al servicio de ideologías y partidos. Muros de corrupción y de una justicia que es injusta, porque no es igual para todos.

En este aniversario del derribo del Muro recordemos a San Juan Pablo II para que, teniendo presente su vida entregada como oblación a Cristo, se incremente nuestra fortaleza y vivamos la hora presente como un gran reto que el Señor nos pone delante para poder abatir, con la fuerza del Resucitado, los muros que los seres humanos levantamos en este mundo.

domingo, 17 de noviembre de 2019

EL PAPA Y EL MENDIGO


Hace años, un sacerdote norteamericano de la diócesis de Nueva York se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles. 
El sacerdote, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente estremecido. 

Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa Juan Pablo II  al que podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa. 

Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que solicitaba llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el mendigo, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse. 

El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: "una vez sacerdote, sacerdote siempre". "Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero", insistió el mendigo. "Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso", dijo el Papa. 

El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos.

sábado, 16 de noviembre de 2019

EL VERDADERO TESORO


Nos cuenta una hermosa leyenda que un sultán sumamente rico y poderoso atravesaba las montañas de Persia con una caravana de camellos cargados de riquezas, honores y placeres y seguido de toda su corte.
Hizo alto en el camino e hizo descargar los camellos que llevaban riquísimos dulces y licores y los más diversos y exquisitos manjares. El sultán prosiguió su camino, pero ya eran menos los que le acompañaban porque se habían quedado para poseer aquellos placeres. 
En la segunda parada mandó descargar los camellos que llevaban los títulos de príncipe, general, conde, marqués… Y allí se quedaron algunos que ambicionaban aquellos títulos. 
Pero aún seguían al sultán unos pocos de sus cortesanos…
«¡Alto!», dijo de nuevo, y se descargaron los demás camellos, cargados de joyas, oro, piedras preciosas… E invitó a los cortesanos que aún le seguían a que recogieran todas aquellas riquezas…y se las quedarán. Y dejaron de ir con él.
El sultán prosiguió su camino por aquellas ásperas montañas. Creía que ya nadie le seguía, pero sintió pasos, volvió la cabeza y vio junto a sí a uno de sus pajes. «¡Cómo! —le dice el sultán—, ¿no te has quedado a recoger los placeres, los honores y riquezas que he repartido a todos mis cortesanos?». El paje, enardecido por el cariño que le tenía, respondió : «Yo sigo y seguiré siempre solo a mi señor. No necesito ni placeres, ni títulos, ni riquezas. Solo quiero estar siempre con mi señor hasta el final».

viernes, 15 de noviembre de 2019

PASAR LA ADUANA DEL CIELO


Cuentan de un religioso muy piadoso y muy anciano que, por razón de la edad, consideraba próxima la hora de su muerte; al ser interrogado si tenía miedo a morir, le contestó: “la muerte no me preocupa ni poco ni mucho; lo que verdaderamente me preocupa y mucho es la aduana. Después de morir será preciso pasar la aduana de Dios y allí me registrarán el equipaje. Eso si me preocupa”.  
Pero si conoces al aduanero, y es tu amigo, porque has compartido con Él tu vida y preocupaciones, Él ya te ha ayudado en este mundo a preparar el equipaje necesario para pasar la puerta que te lleva a la Vida. Entonces el paso no es tanto atravesar una aduana sino encontrarte definitivamente con el Amigo que te lleva a Casa.

jueves, 14 de noviembre de 2019

LA IMPORTANCIA DE LA VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO


Anécdota de Edith Stein (Santa Benedicta de la Cruz) ocurrida en  la Catedral de Frankfurt, antes de su conversión.

Así es como Edith describió lo que sucedió: 

“Entramos a la catedral por unos momentos, y al estar parados allí en respetuoso silencio, una mujer vino con su cesta de compras y se arrodilló en uno de los bancos para decir una oración corta. Esto era algo totalmente nuevo para mí. En la sinagoga, y también en las iglesias protestantes que había visitado, la gente sólo entraba en el momento del servicio religioso. Pero aquí alguien entró a la iglesia vacía, en medio del trabajo del día, como si fuera a hablar con un amigo. No he sido capaz de olvidar ese momento”. 

viernes, 1 de noviembre de 2019

¿QUÉ ES UN SANTO?


Un día en un grupo de catequesis, la catequista preguntó a uno de los niños que estaba distraido:
- Daniel, ¿qué es un santo?
Daniel se vio pillado por sorpresa y no sabía que responder; solo se le venían a la cabeza las imágenes de las vidrieras que adornaban la iglesia de la parroquia y donde aparecían muchos y diferentes santos. Pensando en esas vidrieras Daniel solo pudo balbucear:
- Un santo es una persona grande, frágil y que deja pasar la luz.
La catequista quedó admirada por la respuesta y felicitó a Daniel. 

Ciertamente eso es un santo: 
Una persona grande: que deja que Dios sea grande en él. Una persona que sabe hacer, de las cosas sencillas, cosas importantes. Una persona que sabe escuchar, que sabe servir, que sabe sonreír, que sabe consolar… Una persona normal pero que no quiere quedarse en la mediocridad, sino que quiere que su vida sea plena.

frágil: que es y se sabe pecador. Ser santo no significa no caer, no pecar, caigan, … sino que significa es capaz de reconocer su debilidad. No se fía de él  mismo sino que ponen toda su confianza en el amor misericordioso de Dios.

y que deja pasar la luz: un santo es alguien que lleva a Dios dentro y se nota. Dios se desborda por cada momento de su vida. El santo sabe que el importante no es él, sino Dios, y deja que Dios  se refleje en su familia, en sus amigos, en su vida… Se deja transfigurar. Es la Sangre de Cristo la que le transfigura.

Un santo es una persona grande, frágil y que deja pasar la luz. 

martes, 22 de octubre de 2019

RECUERDOS DE SAN JUAN PABLO II


El sábado 2 de abril del 2005, a las 21.37, Juan Pablo II entró en la casa del Padre. Aquella noche millones de seres humanos experimentamos un sentimiento contradictorio. Nos sentíamos a la vez más huérfanos y más acompañados. Más huérfanos, porque el Padre que durante años habíamos visto y oído, y que tanto había influido en nuestro crecimiento humano y cristiano, ya no estaba físicamente. Pero también nos sentíamos más acompañados, porque notábamos que, de alguna manera, no nos había dejado del todo. Notábamos que lo seguíamos teniendo, y ahora más cerca. La realidad de la «comunión de los santos» se percibía con más fuerza aquella noche de abril. Y muchos seguimos recordando la huella que este gran hombre ha dejado en nosotros. 

La primera vez que me encontré personalmente con Juan Pablo II fue en el verano de 1980, durante una peregrinación a Roma. En aquella época, antes del atentado del 13 de mayo de 1981, el Papa no utilizaba el papamóvil para saludar a los peregrinos de la audiencia del miércoles, sino que lo hacía dirigiéndose hacia ellos a pie. Aquella tarde el Papa se detuvo conmigo unos minutos. Le regalé el libro que tenía entre mis manos (Amigos de Dios). Me habló en español. Me preguntó de dónde era y me bendijo. Entonces me di cuenta de que era verdad lo que él siempre repetía al comienzo de su pontificado: «Dios ama a cada ser humano». Me sentí querido de modo irrepetible por Dios a través de la figura de este hombre bueno. Fueron unos minutos pero bastaron para descubrir que en ese tiempo la única persona que le importaba al Papa era ese seminarista de 20 años que estaba delante de él. 

Recuerdo la impresionante tarde que pasamos con el Papa en el Santiago Bernabeu en su primera visita a España, en el 1982. El estadio se volcó con el Papa. Todos cantábamos. Todos gritábamos: «Juan Pablo II te quiere todo el mundo», «Juan Pablo, amigo, España está contigo». El Papa nos entusiasmó a todos y él, que no tenía miedo de la juventud, nos señalo grandes retos, los “cuandos” que transformarán el mundo: «Cuando sabéis ser dignamente sencillos en un mundo que paga cualquier precio al poder; cuando sois limpios de corazón entre quien juzga sólo en términos de sexo, de apariencia o hipocresía; cuando construís la paz, en un mundo de violencia y de guerra; cuando lucháis por la justicia ante la explotación del hombre por el hombre o de una nación por la otra; cuando con la misericordia generosa no buscáis la venganza, sino que llegáis a amar al enemigo; cuando, en medio del dolor y la dificultades, no perdéis la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo y ejemplo de Cristo y en el amor al hombre hermano. Entonces os convertís en transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructores de la nueva civilización del amor, de la verdad, de la justicia, que Cristo trae como mensaje».

En noviembre de 1986 pude celebrar misa en la capilla privada del Papa. Éramos algo más de 30 concelebrantes. Llegamos a las 6.30 de la mañana a las dependencias del Santo Padre y pronto nos preparamos para la celebración. Entramos en silencio a la capilla, y el Papa estaba en oración profunda delante del Sagrario. Ni se movió. Había un gran silencio. De rodillas el Papa rezaba con la cabeza entre las manos. Después de un largo tiempo, se levantó y sin perder recogimiento, se revistió y empezó la celebración. Cada oración, cada gesto, era una ofrenda a Dios. No tenía prisa y gozaba con los momentos de silencio. Aquella eucaristía con el Papa me enseñó a celebrar la Santa Misa mejor que el más completo tratado teológico. 

Primer sábado de febrero 1991. El día 16 de enero comenzó la guerra del Golfo. Yo vivía en Roma, muy cerca del Vaticano. Todos los primeros sábados de cada mes, si el Papa estaba en Roma, podíamos rezar con él el Santo Rosario. El Papa siempre saludaba a la gente al comenzar y al terminar esa oración mariana. Aquel sábado de febrero no lo hizo. No quería saludar a nadie. El motivo: estaba muy dolido por la guerra de Irak. Fue un Rosario intensamente vivido. Al Papa se le veía triste. Al final habló de la guerra, de la necesidad de oración, de pedir la paz. Y se me quedaron grabadas para siempre sus palabras: «Pidamos que los soldados que están en la guerra no se dejen llevar nunca por el odio al tener que cumplir con su misión». 

Y por último, recuerdo aquel 30 de marzo del 2005. Desde su habitación quiso saludar a los peregrinos que se encontraban en la plaza de San Pedro, pero sus palabras no salieron de su boca. Lo intentó durante cuatro minutos. Pero no pudo hablar. Lo intentó, pero sólo un gesto de dolor y de impotencia marcaron su rostro. Él, que había sido un gran comunicador, el atleta de Dios, el montañero, el deportista, el que conectaba con la gente por sus gestos, ahora estaba mudo. No podía decir nada, sólo mover su mano temblorosa diciéndonos adiós. Se había dado completamente a Dios, y la ofrenda tenía que llegar hasta el final. En aquella ventana Juan Pablo II se me mostró como el hombre más fuerte que había sobre la tierra. Estaba dando el último testimonio de coraje, porque estaba allí luchando por ser fiel a su entrega hasta el final. Quería cumplir plenamente el encargo recibido por Dios.  Para muchos era un anciano, para mí y para millones de personas en todo el mundo ya empezaba a ser un eterno joven, con la eternidad y la juventud que da el ser poseído completamente por Jesucristo, el Alfa y la Omega, el Señor del Cosmos y de la Historia. 

sábado, 19 de octubre de 2019

LO MÁS INTERESANTE ESTÁ CERCA DE NOSOTROS



“Observen atentamente lo que ocurre cada día en sus parroquias, porque siempre están ocurriendo cosas interesantes. Tengan tiempo para contemplar a la gente, y descubrirán muchos comportamientos heroicos, y serán testigos de la magnanimidad de tantas personas que tienen cerca”.

Éstas eras las palabras que un periodista nos dirigía a un grupo de sacerdotes hace algún tiempo. Intenté llevarlas a la práctica y la profecía se cumplió, y se sigue cumpliendo cada día en la vida de una parroquia. En la gente que tienes cerca se entrecruzan acontecimientos que están tejidos de heroísmo y generosidad; actitudes revestidas de sacrificio y alegría al mismo tiempo. Personas corrientes que viven lo cotidiano sin ser del todo conscientes de que cada instante tiene entrañas de eternidad. Y en ese “no darse cuenta” de la grandeza de la vida que están viviendo es precisamente donde radica lo extraordinario de sus vidas. Estamos rodeados de héroes anónimos: desconocidos para los demás y también para ellos mismos.

Está esa mujer que ya ha luchado contra tres cánceres, a cuál más cruel, y sigue saliendo a la calle, bien arreglada, maquillada, con una sonrisa de oreja a oreja, como si no pasara nada, fortalecida por su fe, la eucaristía y el apoyo incondicional del cariño de una familia que la mantiene a flote en medio de tantas tempestades.

Está ese padre de familia que ha perdido el trabajo y que vive sólo del sueldo mínimo de su esposa, y que hace un llamamiento a sus cuatro hijos, porque es tiempo de estrecheces. Y cómo los hijos –adolescentes y jóvenes- reaccionan con alegría reduciendo al máximo sus caprichos, asumiendo sus deberes de estudio con mayor responsabilidad y, quitándole importancia al problema, se unen más a sus padres con generosidad de ánimo y sin victimismos.

Está esa señora mayor que, habiendo sido relegada por sus hijos, ahora tiene que ir sosteniéndolos con su “paguita”, porque se están quedando sin nada. Y lo hace con todo el cariño incondicional de una madre que inmediatamente olvida los desprecios y rechazos de los que engendró.

Está ese adolescente que, domingo tras domingo, participa de la eucaristía sólo, sin el grupo de amigos que no quiere asistir. Y lo hace porque un día se comprometió con Jesús, y no piensa fallarle. A veces le cuesta cumplir la promesa, pero ¡la cumple!.

Está esa persona que, como ángel de la guarda, aparece con su sobre con la cantidad exacta de euros que necesitas para sacar de un apuro a una familia urgentemente necesitada.

Está ese se señor de mediana edad que con frecuencia te encuentras en el reclinatorio del templo llorando, y al preguntarle si necesita ayuda, tan sólo te dice: “Lloro de alegría y de dolor, porque el Señor me quiere tanto, y yo le he negado tantas veces…”.

Y está ese viejecito que, notando próxima su muerte, te habla con paz de lo que experimenta en esos momentos… Y sólo descubres en él entrega, trabajo intenso, familia y oración.

Realmente lo más importante está ocurriendo cerca de nosotros. Doy gracias a Dios por regalarme la posibilidad de experimentarlo con frecuencia.

jueves, 17 de octubre de 2019

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES



Jesús,
que sientes compasión
al ver la multitud  que vive como oveja sin pastor,
suscita en nuestra Iglesia de ORIHUELA-ALICANTE
una nueva primavera de vocaciones sacerdotales.

Te pedimos Sacerdotes según tu corazón,
que nos alimenten con el Pan de tu Palabra,
que, por su santidad, sean testigos de tu Reino.

Buen Pastor,
fortalece a los que elegiste y ayúdalos a crecer en amor y santidad para que respondan plenamente a tu llamada.

Maria, Madre de las vocaciones sacerdotales, ruega por nosotros. Amén

miércoles, 16 de octubre de 2019

LA COMUNIÓN



Comparto con vosotros una reflexión que he leído estos días: 

- Hay quien comulga en pecado, y hace con el Cuerpo de Cristo lo que hicieron los que le crucificaron.

- Hay quien comulga como el que come pan, y en su alma no sucede absolutamente nada, salvo la soledad de un Cristo recibido con frialdad.

- Hay quien comulga como quien deglute en una comida familiar, mirando hacia fuera, mientras el Dueño de la casa pasa inadvertido.

- Cuando el Pan de la Eucaristía llega a ti, sé amante, enamorado, apasionado y loco. Recibe con amor a quien en Amor viene. Convierte cada comunión en un momento irrepetible.

martes, 15 de octubre de 2019

LA CONVERSIÓN DE TERESA DE JESÚS







AUTOR: P. Tomás Alvarez, OCD
Tomado de: http://www.cipecar.org

Santa Teresa se convirtió en edad ya adulta, a sus 39 años: en 1554, cuando llevaba viviendo casi veinte de religiosa carmelita en el monasterio de la Encarnación, donde convive con una comunidad numerosa de más de cien monjas. Buena monja ella, pero “una de tantas”, sin definir con rasgos propios su vocación personal. Una más en el grupo. 

Ella misma se recuerda como si viviera una vida doble: por momentos, vida de oración; pero muchos momentos más, vida anodina y pérdida de tiempo con amistades sin sentido religioso. Anegada en la rutina de lo cotidiano. “Como las muchas”, dice ella. 

A ratos, trabaja fuerte por definirse y personalizar su vida religiosa. Pero en vano. Lo cuenta en su autobiográfico Libro de la Vida (c. 8-9), escrito diez u once años después. Basta releer el comienzo del relato (c. 8, 12): 

“Buscaba remedio; hacía diligencias; mas no debía entender que todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios. Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese la vida, y no la podía yo tomar; y quien me la podía dar tenía razón de no socorrerme pues tantas veces me había tornado a Sí y yo dejádole” . 

Hasta que de pronto, en ese paisaje desolado de su vida, irrumpe fortísimo el episodio de su conversión. Teresa lo recuerda (Vida c.9) como el hecho central de su existencia. Es una vivencia en tres tiempos: 

Ante todo, su conversión acaece en el encuentro personal de ella con Cristo. Encuentro aparentemente desencadenado por la presencia de una imagen emotiva del Ecce Homo, pero vivido real y personalmente en lo más profundo de su ser. No fue un encuentro externo, a distancia, sino íntimo, intenso, entrañable. Lo revive ahora al contárnoslo: 

“Acaeciome que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”.

Basta subrayar dos o tres detalles del episodio: Teresa ve no ya la imagen, sino lo que el Cristo “muy llagado” padeció por nosotros. Viéndolo, la traspasa a ella, como si se le partiera el corazón. Y todo se le vuelve anhelo por el cambio de vida, suplicándole me fortaleciese ya ¡de una vez! 

A la vez, Teresa revive las conversiones de dos pecadores que, como ella, se encontraron con Cristo a mitad de la vida: primero, el episodio evangélico de la mujer pecadora, la Magdalena. Lo refiere así: 

Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí, cierto, el Señor dentro de mí, poníame a sus pies…”como ella, asociándola a mi petición de perdón. “Mas esta postrera vez de esta imagen que digo, parece me aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios”.

Auténtica empatía de Teresa con la pecadora del Evangelio, que le permite revivir y ahondar el encuentro de las dos con el Señor, al que Teresa siente tan entrañable como piensa lo fue el de la Magdalena en Betania o en el Calvario. (Teresa, como la piedad de entonces, funde en un solo personaje simbólico a la pecadora del Evangelio, a la María de Betania, y a la Magdalena del Calvario.) 

Y en segundo lugar, el encuentro con la conversión de san Agustín, narrada en vivo por él mismo en las Confesiones. A las manos de Teresa llega este libro del Santo ese año 1554, en que fue publicado por vez primera en versión castellana. Y Teresa, que es lectora ávida y asidua, lo lee apasionadamente, empatizando alternativamente con el Agustín pecador y con el Agustín santo. Revive el episodio de Milán como si también ella oyera la voz del niño cantor, que la invita a leer las palabras de otro convertido, Saulo de Tarso. Lo refiere así: 

“En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín, que parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré ni nunca las había visto… Como comencé a leerlas, paréceme me veía yo allí… Cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón. Estuve gran rato que toda me deshacía en lágrimas, y entre mí misma con gran aflicción y lágrimas… Paréceme que ganó grandes fuerzas mi alma de la divina Majestad, y que debía oír mis clamores y haber lástima de tantas lágrimas.” 

No sabemos en qué orden cronológico se sucedieron en el alma de Teresa esos tres o cuatro encuentros experienciales: con el Cristo “muy llagado”, con la Magdalena, con Agustín y con el apóstol Pablo. Lo que sí resulta patente es que en ella da un vuelco la vida. Extrañamente, ahora pasa a ser ella misma. Entabla una auténtica relación personal con Cristo. Vive en verdad su consagración religiosa. Y desde el punto de vista de sus dispersivas relaciones sociales, recupera la libertad, y ésta le permite marcarse a sí misma nuevo rumbo. 

Para ella la conversión tiene fundamentalmente dos componentes: la componente ética con el cambio radical de vida y costumbres; y la componente cristológica: Cristo presente en su vida como referente fundamental. Pero en orden inverso. Ante todo, Cristo en persona se le ha convertido en la razón de su vida consagrada y de toda su vida, no como un factor más, sino como una persona presente y motivante. Y desde Él surge la “determinada determinación” en su cambio de conducta. Si Teresa se ha convertido de mala o mediocre en buena carmelita, o de buena en mejor, se debe a que su relación con Cristo ha pasado de meramente teórica a profundamente real y vivencial. Él le ha cambiado la vida. 

Por eso, en el relato autobiográfico, terminado el capítulo de la conversión, irrumpe inmediatamente la experiencia mística de Teresa, como una novísima manera de vivir su oración, de expresar su fe, de entablar relaciones con los hermanos, con la Iglesia, con el mundo… Y esta nueva situación ocupará el resto de su relato autobiográfico (otros 31 capítulos), que ella concluirá con expresiones como ésta: 

“¡Qué hace, Señor mío, quien no se deshace toda por Vos! ¡Y qué de ello, qué de ello, qué de ello –y otras mil veces lo puedo decir- me falta para esto! Por eso, no había de querer vivir…, porque no vivo conforme a lo que os debo. ¡Con qué de imperfecciones me veo! ¡Con qué flojedad en serviros! Es cierto que algunas veces me parece querría estar sin sentido, por no entender tanto mal de mí. ¡Él, que puede, lo remedie!”(Vida 39,6). 

Así se ve a sí misma la Teresa convertida. Incluso, ha cambiado de nombre. Ahora es “Teresa de Jesús”.


lunes, 14 de octubre de 2019

ORACIÓN DE MIGUEL DE UNAMUNO

De su poema “El Cristo de Velázquez”

“¡Dame, Señor, 
que cuando al fin vaya perdido
a salir de esta noche tenebrosa
en que soñando el corazón se acorcha,
me entre en el claro día que no acaba,
fijos mis ojos de tu blanco cuerpo,
Hijo del Hombre, Humanidad completa,
en la increada luz que nunca muere;
mis ojos fijos en tus ojos, Cristo,
mi mirada anegada en Ti, Señor!”.

domingo, 13 de octubre de 2019

LA DIÓCESIS DE ORIHUELA-ALICANTE RECIBIRÁ LAS RELIQUIAS DE SANTA BERNADETTE



OFICINA DE PRENSA OBISPADO ORIHUELA-ALICANTE

Recorrerán de septiembre a diciembre 48 diócesis españolas para acercar la figura de esta Santa a todos aquellos que no pueden viajar a Lourdes

Aquí estarán del 15 al 17 de octubre con diversos actos programados en las ciudades de Orihuela y Alicante

Las reliquias de Santa Bernardita Soubirous, la niña que con tan solo 14 años fue testigo y protagonista de las apariciones de la Virgen María en Lourdes, están haciendo un recorrido por España en el marco del declarado «Año de Santa Bernadette», al celebrarse un triple aniversario: los 175 años de su nacimiento; el 175 aniversario de su bautismo y el 140 aniversario de su muerte. 

De septiembre a diciembre recorrerán 48 diócesis, acercando así la figura de esta Santa a todas aquellas personas que, por diversas circunstancias, no pueden ir a Lourdes. En este contexto, la Diócesis de Orihuela-Alicante esuna de las diócesis españolas por las que pasarán estas veneradas reliquias. Será del 15 al 17 de octubre con paradas en las ciudades de Orihuela y Alicante y diversos actos organizados desde la Hospitalidad Diocesana de Lourdes

La llegada está prevista para el martes 15 de octubre, a las 16:00 h, a la parroquia de Santas Justa y Rufina de Orihuela. A las 19:30 h se ha programado una misa con unción de enfermos presidida por el obispo diocesano, monseñor Jesús Murgui. Tras ella se celebrará una procesión de antorchas hacia el Santuario de Monserrate

Al día siguiente, miércoles 16 de octubre, las veneradas reliquias de Santa Bernadette marcharán hacia Alicante donde está previsto que lleguen en torno a las 10:00 h de la mañana a la Concatedral de San Nicolás de Alicante donde será recibida por niños y niñas. Para este día hay previstos diferentes actos entre los que destacan, a las 17:30 h, la conferencia «Las Apariciones de la Virgen» a cargo de D. José Manuel Diez Quintanilla, presidente nacional de Radio María, a las 20:00 h, la misa con unción de enfermospresidida por el obispo diocesano, monseñor Jesús Murgui o una vigilia de jóvenes, a las 21:00 h. 

PROGRAMA COMPLETO:

15 OCTUBRE- PARROQUIA STAS. JUSTA Y RUFINA (ORIHUELA)
16:00 h Recepción de las reliquias con los niños y rezo de un misterio del Rosario con Oratorio con los niños y las Hermanas Pro-Eclessia.
18:30 h Oración con bendición para los enfermos. 
19:30 h Misa con Unción de enfermos presidida por el Obispo Diocesano.
20:30 h Procesión de antorchas hacia el Santuario de Monserrate.
22:30 h Adoración eucarística.

16 OCTUBRE- S. I. C. SAN NICOLÁS (ALICANTE)
9:00 h Salida de la parroquia de Santas Justa y Rufina
10:00 h Llegada a Alicante.
• Recepción de las reliquias en San Nicolás por los niños.
• Rezo de un misterio del Rosario con los niños. 
11:00 h Misa Conventual.
12:00 h. Exposición del Santísimo y rezo delRosario.
Un rosario se ofrecerá por las familias, otro seofrecerá por los enfermos y sus cuidadores. Participan las Asociaciones Marianas (Archicofradía Virgen del Remedio, Legión de María, Marías de los Sagrarios, etc.)

17:30 h Conferencia. «Las Apariciones de la Virgen»a cargo de D. José Manuel Diez Quintanilla (Presidente nacional de Radio María)
19:00 h Rezo del Rosario voluntarios de Radio María.
20:00 h Misa con unción y bendición de los enfermos presidida por el obispo diocesano.
21:00 h Vigilia diocesana de jóvenes.

17 OCTUBRE- S. I. C. SAN NICOLÁS (ALICANTE)
10:00 h Misa de despedida

TRANSFUSIÓN DE VIDA


Cuenta un voluntario que trabajaba en un hospital de Stanford, que hace muchos años conoció a una niña llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. “Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:
–Sí, lo haré, si eso salva a Liz”.
Prosigue el relato. “Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonreía mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le pregunto con voz temblorosa.
– ¿Empezaré a morirme en seguida?”
“Como era sólo un niño –comenta el testigo–,  no había comprendido al doctor; pensaba que le daría toda su sangre a su hermana, y después se moriría. Y aun así se la daba”.