La exhortación 'Amoris laetitia' se subdivide en nueve
capítulos y tiene 325 párrafos. Se abre con siete párrafos introductivos que
ponen en plena luz la conciencia de la complejidad del tema y la profundización
que requiere.
En las primeras líneas el Papa
escribe que “no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben
ser resueltas con intervenciones del magisterio”. Por lo tanto, para algunas
cuestiones “en cada país o región se deben buscar soluciones más inculturadas,
atentas a la tradiciones y a los desafíos locales”.
El Papa afirma con claridad
que es necesario salir de la estéril contraposición entre la ansiedad de cambio
y la aplicación pura y simple de normas abstractas. Escribe: “los debates que
se dan en los medios de comunicación, en las publicaciones y aún entre
ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin
suficiente reflexión, hasta la actitud de pretender resolver todo aplicando
normativas generales o extrayendo conclusiones excesivas de algunas reflexiones
teológicas”.
Capítulo primero:
“A la luz de la Palabra”
La Biblia, escribe, “está poblada de familias, de
generaciones, de historias de amor y de crisis familiares”. Y a partir de este
dato se puede meditar cómo la familia no es un ideal abstracto sino un “trabajo
‘artesanal’ que se expresa con ternura pero que se ha confrontado también con
el pecado desde el inicio, cuando la relación de amor se transforma en dominio.
Entonces la Palabra de Dios “no se muestra como un
secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para
las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta
del camino”.
Capítulo segundo:
“La realidad y los desafíos de la familia”
Citando la Familiaris
Consortio Francisco afirma que es fundamental prestar atención a la realidad
concreta, porque “las exigencias y llamadas del Espíritu resuenan también en
los acontecimientos mismos de la historia”.
El Papa nota que el
individualismo exagerado hace difícil hoy la entrega a otra persona de manera
generosa: “Se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de
fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor de ser atrapado por una relación
que pueda postergar el logro de las aspiraciones personales”.
Por eso la humildad del
realismo ayuda a no presentar “un ideal teológico del matrimonio demasiado
abstracto, casi artificialmente construido, lejano de la situación concreta y
de las posibilidades efectivas de las familias reales”.
Las familias no se sostienen
“solamente insistiendo sobre cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin
motivar la apertura a la gracia”.
El Papa insiste que es
necesario dar espacio a la formación de la conciencia de los fieles: “Estamos
llamado a formar las conciencias no a pretender sustituirlas”. Jesús proponía
un ideal exigente pero “no perdía jamás la cercana compasión con las personas
más frágiles como la samaritana o la mujer adúltera”.
Capítulo tercero:
“La mirada puesta en Jesús: la vocación de la familia”
El tercer capítulo está
dedicado a algunos elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia acerca
del matrimonio y la familia.
La mirada es amplia e incluye
también las “situaciones imperfectas”. Y asegura que fuera del verdadero
matrimonio natural también hay elementos positivos presentes en las formas
matrimoniales de otras tradiciones religiosas, aunque tampoco falten las sombras”.
La reflexión incluye también a
las “familias heridas” frente a las cuales el Papa afirma: “siempre es
necesario recordar un principio general: Sepan los pastores que, por amor a la
verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”. Por lo tanto, al
mismo tiempo que la doctrina debe expresarse con claridad, hay que evitar los
juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y
hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su
condición”.
Capítulo cuatro:
“El amor en el matrimonio”
Trata del amor en el
matrimonio, y lo ilustra a partir del “himno al amor” de san Pablo.
Entra en el mundo de las
emociones de los cónyuges –positivas y negativas- y en la dimensión erótica del
amor. Se trata de una contribución extremamente rica y preciosa para la vida
cristiana de los cónyuges, que no tiene hasta ahora parangón en precedentes
documentos papales.
El Papa insiste de manera
fuerte y decidida sobre el hecho de que “en la naturaleza misma del amor
conyugal está la apertura a lo definitivo”.
“Una combinación de alegrías y
de fatigas, de tensiones y de reposo, de sufrimientos y de liberación, de
satisfacciones y de búsquedas, de fastidios y de placeres” es, precisamente, el
matrimonio.
El capítulo se concluye con
una reflexión muy importante sobre la “transformación del amor”. “No podemos
prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí
podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir
unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad”.
Capitulo quinto:
“El amor que se vuelve fecundo”
Habla de recibir una vida
nueva. Del amor de padre y de madre, pero también primos, parientes e incluso
amigos.
Habla de adopción y de la
‘cultura del encuentro’. De la vida en familia incluyendo tíos, primos,
parientes e incluso amigos. Y afirma que sacramento del matrimonio tiene un
profundo carácter social.
Capítulo sexto:
“Algunas perspectivas pastorales”
El Papa afronta algunas vías pastorales
que orientan para construir familias sólidas y fecundas según el plan de Dios.
El Papa habla de guiar a los
novios, acompañar a los esposos. Pero añade que no se les puede abandonar en
las crisis, sabiendo que “cada crisis esconde una buena noticia que hay que
saber escuchar afinando el oído del corazón”.
Habla también del
acompañamiento de las personas abandonadas, separadas y divorciadas, y subraya
la importancia de la reciente reforma de los procedimientos para el
reconocimiento de los casos de nulidad matrimonial.
Se tocan después las
situaciones de matrimonios mixtos y de aquellos con disparidad de culto, y las
situaciones de las familias que tienen en su interior personas con tendencia
homosexual, confirmando el respeto en relación a ellos y el rechazo de toda
injusta discriminación y de toda forma de agresión o violencia.
Capítulo séptimo:
“Reforzar la educación de los hijos”
Esta todo dedicado a la
educación de los hijos: su formación ética, el valor de la sanción como
estímulo, el paciente realismo, la educación sexual, la transmisión de la fe, y
más en general, la vida familiar como contexto educativo.
Francisco afirma claramente
que “la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las
situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo (…) Si un padre está
obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos,
sólo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá,
no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa sobre todo es
generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de
capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía”.
Incluye este capítulo unas
reflexiones bajo el título “Sí a la educación sexual”.
Y afirma que debe realizarse
“en el cuadro de una educación al amor, a la recíproca donación”. Y pone en
guardia sobre la expresión “sexo seguro”, porque transmite “una actitud
negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un
posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse.
Capítulo octavo:
“Acompañar, discernir e integrar la fragilidad”
Es probablemente el capítulo
más delicado. Confirma qué es el matrimonio cristiano, pero añade que “otras
formas de unión contradicen radicalmente este ideal. Y no deja de valorar los
elementos constructivos en aquellas situaciones que no corresponden a su
enseñanza sobre el matrimonio”.
El Papa observa que “hay que
evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas
situaciones, y es necesario estar atentos al modo en que las personas viven y sufren
a causa de su condición”. Y continúa: “Se trata de integrar a todos, se debe
ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad
eclesial, para que se sienta objeto de misericordia. Y añade: “Los divorciados
en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes,
que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas
sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral”.
El Papa afirma que “los
bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser
más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles,
evitando cualquier ocasión de escándalo”. “Su participación puede expresarse en
diferentes servicios eclesiales (…) Ellos no sólo no tienen que sentirse
excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia
(…) Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación
cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes”.
“Comprender las situaciones
excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer
menos que lo que Jesús ofrece al ser humano. Hoy, más importante que una
pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los
matrimonios y así prevenir las rupturas”.
Invito a los fieles que están
viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con
sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor. No siempre encontrarán
en ellos una confirmación de sus propias ideas o deseos, pero seguramente
recibirán una luz que les permita comprender mejor lo que les sucede y podrán
descubrir un camino de maduración personal.
E invito a los pastores a
escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón
del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a
vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia”.
“A veces ponemos tantas
condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de
significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio”.
Capítulo noveno:
“Espiritualidad conyugal y familiar”
El último capítulo está
dedicado a la espiritualidad conyugal y familiar, “hecha de miles de gestos
reales y concretos”.
Todo, “los momentos de gozo,
el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una
participación en la vida plena de su Resurrección”.
“Toda la vida de la familia es
un “pastoreo” misericordioso. Cada uno, con cuidado, pinta y escribe en la vida
del otro”, escribe el Papa. Es una honda “experiencia espiritual contemplar a
cada ser querido con los ojos de Dios y reconocer a Cristo en él”.
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