jueves, 17 de noviembre de 2011

EL NIETO SACERDOTE DE JOHN WAYNE CUENTA LA CONVERSIÓN “IN EXTREMIS” DEL VAQUERO A LA FE CATÓLICA



El “gringo” era un hombre de fe. Y, además, de fe católica. Y fue justamente así: John Wayne (pseudónimo de Marion Mitchell Morrison), el actor que interpretó el papel del pistolero duro en centenares de ‘westerns’, un año antes de afrontar su “último duelo”, el que combatió contra el cáncer de estómago que lo mató en el verano de 1979, se convirtió al catolicismo.


Lo recuerda en una entrevista con la agencia estadounidense Cna uno de los nietos del actor, Matthew Muñoz, sacerdote de la diócesis de Orange, California. El sacerdote, de 46 años, es hijo de Melinda, una de los cuatro hijos que Wayne tuvo con su primera esposa Josephine Saenz. En 1945 se divorció de ella y se volvió a casar otras dos veces, siempre con latinas. «Mi abuela era católica –dijo Muñoz– y, desde el divorcio hasta la muerte de su marido, nunca se volvió a casar. Y nunca dejó de rezar por la conversión del abuelo».


Oraciones que parecen haber funcionado en 1978. John Wayne, cuya familia era presbiteriana, tenía óptimas relaciones con Tomas Clavel, arzobispo de Panamá. El prelado siempre lo animaba para que se conviertiera a la fe católica. «Un día, en 1978 –recuerda el nieto–, mi abuelo lo llamó y le dijo: “Ok, estoy listo”. Sin embargo, el obispo estaba muy enfermo. No podía moverse. Pero envió a su sucesor, el arzobispo Mc Graith, a Hollywood. Mi mamá y mi tío estaban esperando la llegada del arzobispo. Y estuvieron presentes cuando mi abuelo recibió el bautismo».


¿Cómo era realmente este "vaquero"?
«Recuerdo –respondió el nieto– las visitas a su casa: me hacía jugar y me divertía mucho. Un abuelo de verdad. Muy diferente de la imagen que habían creado sobre él...».


En cuanto a la conversión “in extremis”, Muñoz dijo: «Poco antes de su muerte, el abuelo se entristeció de no haberse convertido antes. Desgraciadamente, me dijo, he tenido una vida demasiado ocupada».


El nieto subraya que en realidad John Wayne nunca fue un enemigo de la religión. «Sus padres le habían inculcado los principios de la Biblia: él mismo escribía cartas muy dulces a Dios. Para algunos, eran cartas ingenuas; yo creo que estaban llenas de una sabiduría profunda».

¿EN QUÉ IDIOMA HABLÓ JESÚS?

Durante el siglo I en la tierra donde vivió Jesús hay constancia de que se utilizaban cuatro lenguas: arameo, hebreo, griego y latín.


De todas ellas, la oficial y a la vez la menos empleada era el latín. La usaban casi exclusivamente los funcionarios romanos al conversar entre sí, y la conocían algunas personas cultas. No parece probable que Jesús hubiera estudiado latín ni que lo emplease en su conversación ordinaria o en su predicación.
Por lo que respecta al griego, no sería sorprendente que Jesús se sirviese alguna vez de él, ya que muchos de los campesinos y artesanos de Galilea conocían esta lengua, al menos los rudimentos necesarios para una sencilla actividad comercial o para comunicarse con los habitantes de las ciudades, que eran en su mayoría gentes de cultura helénica. También se empleaba en Judea: se calcula que, de los habitantes de Jerusalén, hablarían en griego entre el ocho y el quince por ciento. Pese a todo, no se sabe si Jesús empleó el griego alguna vez, ni es posible deducirlo con certeza de ningún texto, aunque tampoco cabe desechar esa posibilidad. Es probable, por ejemplo, que Jesús hablara con Pilatos en esa lengua.
En cambio, las repetidas alusiones de los evangelios a la predicación de Jesús en las sinagogas y a sus conversaciones con fariseos sobre textos de la Escritura hacen más que posible el que conociera y empleara en algunas ocasiones la lengua hebrea.
Sin embargo, aunque Jesús conociera y usara a veces el hebreo, parece que en la conversación ordinaria y en la predicación, Jesús hablaría de ordinario en arameo, que era la lengua más normal para el uso diario entre los judíos de Galilea. De hecho, en algunas ocasiones el texto griego de los evangelios deja en arameo algunas palabras o frases sueltas puestas en boca de Jesús: talitha qum (Mc 5,41), corbán (Mc 7,11), effetha (Mc 7,34), geenna (Mc 9,43), abbá (Mc 14,36), Eloí, Eloí, ¿lemá sabacthaní? (Mc 15,34), o de sus interlocutores: rabbuni (Mc 10,51).

miércoles, 16 de noviembre de 2011

UN HÉROE CATÓLICO (L’OSSERVATORE ROMANO)



08.11.2011




Según el «Dictionnaire amoureux du catholicisme» Tintín es un caballero sin mancha exaltado por el gusto por el misterio y por el imperativo de proteger a los débiles . Para una introducción al verdadero Tintín es muy útil la voz que le ha dedicado el «Dictionnaire amoureux du catholicisme» (París, Plon, 2011, 640 páginas, 24 euros). Por esto la publicamos íntegramente.


Tintín no es un católico identificable como tal. No reza a Dios cuando la muerte lo amenaza, y nunca se lo ve en una iglesia. Una breve alusión a san Juan Evangelista refleja un cierto residuo de catecismo. El ángel custodio del capitán Haddock y el de Milù, en guerra abierta con un diablo imaginario, suscitan una sonrisa.


La religión — Incas, culto del Sol, budistas, musulmanes— es la de los demás, hay que respetarla, perpetúa una cultura y, en este plano, Hergé sería más bien relativista. El tesoro de los Incas (El Templo del sol) o la sepultura de los faraones (Los puros del faraón) deberían quedar al margen de la curiosidad de los occidentales. Sólo dos veces un «¡Que Dios tenga su alma!» se le escapa a Tintín, cuando llega a saber de la muerte de un japonés maléfico (El Loto azul) y de dos filibusteros de altamar (El Tesoro de Rackham el Rojo). Por lo que atañe al milenarismo, tuvo lo que se merecía con aquel ilustrado que, en La Estrella misteriosa, anuncia el fin de los tiempos sonando su gong.




Con todo, Tintín es un héroe del catolicismo, impregnado del ideal del escultismo, cuya importancia en la formación de Hergé conoce, y que se reflejaba en sus primeros álbums (Jo, Zette y Jocko: Popol e Virginie chez les Lapinos). No tiene edad, no tiene realmente un sexo o una pasión ordinaria, tiene un oficio que legitima el vagabundeo y un arte de camuflarse que oculta su identidad: es un ángel o casi. Curioso, aventurero, servicial come Brown, el sacerdote detective de Chesterton, parece venido de la tierra de los hombres para defender a la viuda y al huérfano. Es Roland cruzado con Mermoz y Saint-Exupéry, que tiene, como Durlindana, un perro que habla y que razona. La desenfunda por el honor, gratuitamente, y desafía la arrogancia de los poderosos, la venalidad de los colonizadores, protege a los débiles y a los oprimidos. Encarnizado anticomunista desde su Tintín en el país de los soviets, donde el periodista belga no es aún un supermán cómico, Hergé rompe sin piedad las satrapías de los latinos, los capitalistas yankis y los traficantes a sueldo. Alcázar es menos cruel que Tapioca, pero Tintín hace que le prometa no fusilar ya como si no pasara nada. La monarquía de Ottokar es mejor que las dictaduras rojas de Plekszy-Gladz, pues el rey prefiere abdicar para evitar que se derrame sangre, mientras que, entre los Bordures, se dispara sin piedad. Pero la credulidad, la avaricia, la estupidez humanas no tienen confines ideológicos. Un solo personaje verdaderamente simpático en Tintín en América: el etnólogo que adoptó las costumbres del «buen salvaje»; parece estar en Paul et Virginie o en Atala. Un solo personaje de valor en Tintín en el Congo: el misionero con la sotana y la capucha blanca que tiene una escuela y cura a los enfermos. Blanco de la voracidad de los malhechores a sueldo de las multinacionales (petróleo o armas), el indígena nunca tiene el papel del mal. Aunque se adecúa a los clichés paternalistas de la época en la que los belgas explotaban el Congo.




Tintín es un héroe sobrenatural que se mueve en escenarios realistas, aunque poetizados y caricaturizados. Las personas cercanas a él están sujetas a la tentación, al whisky para Haddoch, los huesos para Milù, la ciencia aplicada para Girasol. Pero se corrigen en el momento justo y se arman de valor. Un fondo de honradez los salva como en el caso de Girasol, intransigente sobre los «derechos del hombre» (Tintín y los Pícaros), que renuncia a sus invenciones si estas corren el riesgo de ser utilizadas para una mala causa (El asunto Girasol). Este científico un poco estrambótico y completamente duro de oídos, pertenece a la cofradía de los justos, cuyos príncipes son dos niños: el indio Zorrino (El Templo del sol) y el chino Chang (El Loto azul). Tintín les reserva una ternura particular, son figuras evangélicas, sublimes en su confianza. Son puros, como Tintín, que tiene el don de lágrimas y que se hace niño con sus payasadas, para expresar su alegría. Una gracia lo saca de los peligros más grandes, como a los héroes de las epopeyas medievales.




Tintín es un caballero occidental de los tiempos modernos, un corazón sin mancha en un cuerpo vulnerable; atraviesa como un meteorito la humanidad común —su geografía, su psicología— doblemente exaltado por el gusto profano del misterio y por el sagrado imperativo moral: salvar al inocente, vencer el Mal. Ama demasiado la vida como para ser un santo, su curiosidad impenitente lo remite a la humanidad, a veces se ofrece un crucero, otra una playa para descansar en el refugio bucólico de Moulinsart desde donde, al dar la curva, se vislumbra el campanario de la aldea. Este sosia del castillo de Cheverny, feudo de los antepasados de Haddock, recuperado (con su tesoro) gracias a la generosidad de Girasol, es más o menos el tiempo de un Grial. Si el paraíso existiera en este mundo, Moulinsart sería su sede. Pero es necesario alejarse para ir a vencer el Mal, para recoger aquí y allá las trazas de exotismo como los cruzados que Tintín resucita (sin su belicismo) y como los misioneros (sin su proselitismo). Es el ángel custodio de los valores cristianos de los que Occidente reniega o se burla constantemente. Sin miedo, sin reproches, a veces saltándose la ley, la criatura de Hergé reúne con candor las virtudes que se esforzaban por inculcarme en el catecismo. Poco importa que Hergé fuera o no consciente de ello al dibujar con amor una creación cuyos monstruos patentados (el gorila de La isla negra y el yeti de Tintín en el Tibet) eran menos nocivos que la raza humana. Aunque, en la vida cotidiana, no tiene un aspecto tan repugnante: el hombre de la calle peca sobre todo por inercia. Son el orgullo, la atracción del lucro y el gusto del poder los que lo arruinan todo, es decir, César y Mammón. Tintín los descubre, los asalta y luego los hace volver al redil (más o menos la Vieja Europa) entre los aplausos de la gente honrada. Pero el mal no se desarma nunca y la sociedad no tiene más que a los Dupont ineptos para oponerle. Ellos encarnan la ley, sin mayúscula, y la ridiculizan. En los tiempos de mi infancia teníamos un misal para el domingo y los álbumes de Tintín para los días de entre semana. Iban de la mano en nuestra iniciación. Al no estar ya en uso el misal, Tintín es ahora lo único que tenemos para iniciar a los niños en los valores de la caballería.




DENIS TILLINAC

SOBERBIA

JOSÉ JAVIER ESPARZA. 16.11.2011

Amargo fin de año para Jordi González y 'La Noria'. Escándalo público, fuga masiva de anunciantes, críticas generalizadas, rumores de cierre. Todo por la entrevista con la madre de 'El Cuco' y el cuantioso pago de la pieza. Pero quizá lo peor está siendo la reacción del propio Jordi, visiblemente superado por las circunstancias. «No nos hemos equivocado y por eso nadie ha pedido perdón», decía esta mima semana. Y más aún, González acusaba a las cadenas rivales de orquestar una campaña contra él: «Intuyo que es una campaña de desprestigio por interés comercial, pero no tengo pruebas». Es la típica reacción de quien ya no controla los acontecimientos. Y sin embargo, Jordi no tenía por qué haberse metido en este jardín.


En esta profesión, donde todos hablamos o escribimos todo el día y todos los días, no hay nada más fácil que meter la pata. Es simple cuestión de cálculo de probabilidades. Así las cosas, no hay nada malo en bajar la cabeza, reconocer un error, pedir perdón y seguir adelante. Eso también debería formar parte del oficio. Creo que a Jordi González no le habría costado nada pedir perdón, decir que lamenta el escándalo, argüir que pagó esa entrevista porque la pauta en su programa es pagar siempre y sanseacabó. Incluso esto hubiera sido bueno para 'La Noria', porque el público agradece estos gestos de humildad. En vez de eso, desde el primer día adoptó una actitud soberbia de 'sostenella y no enmendalla', vituperó a los críticos, acusó a las casas comerciales de querer hacerse una campaña de imagen a costa de 'La Noria' y, para más hilaridad, se exhibió a sí mismo como víctima de la libertad de expresión. Fue esa primera reacción lo que precipitó las cosas, y las ha precipitado precisamente sobre la cabeza de Jordi González y 'La Noria'. Este de la soberbia sí que es un vicio muy propio de la gente de la tele, y aquí es donde uno necesita a alguien que le susurre al oído «recuerda que solo eres un hombre» mientras sujeta sobre su cabeza la corona de laurel, como a los victoriosos comandantes de la vieja Roma. Ahora ya es tarde para eso.

LOS NIÑOS SÍNDROME DE DOWN TAMBIÉN LUCHAN

Una fotografía en la que se aprecia a un sonriente niño con Síndrome de Down sosteniendo un cartel con un breve resumen de su vida conmociona desde hace unos días a los usuarios de Facebook
En la foto se aprecia al pequeño sosteniendo un cartel que, en inglés, dice lo siguiente:




«Tal vez no sea perfecto
pero soy feliz.

Soy obra de las manos de Dios
Estoy hecho a su imagen
Y soy bendecido

Hago parte del 10 por ciento de niños
con Síndrome de Down
que ha sobrevivido a Roe vs.Wade»

La parte final del mensaje hace referencia al hecho de que desde que la Corte Suprema de Estados Unidos hiciera legal el aborto en 1973 con el fallo de Roe vs. Wade, el 90 por ciento de niños con Síndrome de Down perecen en el vientre materno a causa de esta práctica anti-vida.

martes, 15 de noviembre de 2011

EPITAFIOS CURIOSOS




Groucho Marx a su suegra; "RIP... RIP... ¡Hurra!"

Miguel de Unamuno; "Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo".

"Aquí yace Moliere, el rey de los actores. En estos momentos yace de muerto y de verdad que lo hace bien."

Enrique Jardiel Poncela: "Si queréis los mayores elogios moríos".

Miguel Mihura: "Ya decía yo que este médico no valía mucho"

En la tumba de Johann Sebastian Bach: "Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga"

En el cementerio de Agréda, Soria: "Vivió mientras estuvo vivo".

Lo puso un marido en la tumba de su suegra: «Aquí yaces y yaces bien, tú descansas y yo también».

El difunto pesaba 140 kilos e hizo infinitas curas de adelgazamiento: «Por fin me quedé en los huesos».

En una tumba del cementerio de Guadalajara: «A mi marido, fallecido después de un año de matrimonio. Su esposa con profundo agradecimiento».

En la tumba de Marlon Brando: «¡Otra vez protagonista de la ley del silencio!»

Lo puso el marido: «Pronto estaré contigo». Un conocido al ver las fechas tan distantes de fallecimiento escribió debajo: «Creí que no venías».

Lo puso un marido en la tumba de su suegra: «Tanta paz encuentres, como tranquilidad me dejas».

Lo puso en la lápida unos días antes de morir: «Os dije que estaba enfermo».

En un cementerio de Minnesota: «Fallecido por la voluntad de Dios y mediante la ayuda de un médico incompetente».

En la sepultura de un aprensivo que creyendo estar muy enfermo, se curaba con mejunjes y potingues: «Aquí yace un español, que estando bueno quiso estar mejor».

Lo pusieron sus amigos: «Aquí ya no toses, Manolo».

Lo puso el marido en la tumba de su suegra: «Ya era hora».

«Volveré para vengarme de los bancos».

Lo puso el marido en la tumba de su suegra: «Señor, recíbela con la misma alegría con la que yo te la mando».

Inscripción en la puerta de un cementerio: «Levantaos, vagos, la tierra es para quien la trabaja».

En un cementerio de Middlebury, en una lapida erigida por la suegra a su yerno: «Descansa en paz hasta que volvamos a encontrarnos».

Lo puso el difunto en la lápida unos días antes de morir: «Por fin dejé de fumar».

En la tumba de un ludópata, en lugar de poner R.I.P. ponía: «GAME OVER».

TARDE TE AMÉ


¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí; yo, fuera.
Por fuera te buscaba,
y me lanzaba sobre el bien y la belleza creados por ti.
Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ni conmigo.
Me retenían lejos las cosas.
No te veía ni te sentía, ni te echaba de menos.
Mostraste tu resplandor
y pusiste en fuga mi ceguera.
Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por ti.
Gusté de ti, y siento hambre y sed.
Me tocaste, y me abraso en tu paz.
(S. Agustín)

lunes, 14 de noviembre de 2011

HOMILÍA EXEQUIAL EN EL FUNERAL DE MANOLITA BLANCO

En este mes de noviembre estamos recordando a nuestros hermanos difuntos. Me ha venido a la mente y al corazón la imagen de Manolita Blanco, mujer plenamente entregada a Dios y que falleció al comienzo de este año. Creo que todos los parroquianos la echamos un poco de menos. Quiero compartir con vosotros las palabras de la homilía pronunciada con ocasión de su misa exequial.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.

Las últimas palabras de Jesús en la Cruz nos guían y nos acompañan en estos momentos. Junto al cirio pascual encendido y ante el féretro que contienen los restos de Manolita, estas palabras del Crucificado se convierten en un signo de esperanza para todos.

He querido escoger este evangelio por que sé el bien que le hacía a Manolita meditar la Pasión del Señor. Hace algunos años, por Cuaresma le regalé un libro muy sencillo, pero a la vez muy profundo. Era un libro de meditaciones sobre la Pasión. Le ayudó tanto que ella me decía que lo meditaba en todo tiempo, no sólo en Cuaresma, porque sentía que los sufrimientos de Cristo en su Pasión -todo el amor que Cristo mostraba a lo largo de esos instantes de su vía crucis-, le ayudaban a experimentar la cercanía del Señor… Le ayudaban a “sentirle” más que otros momentos de la vida de Cristo.

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”
El Señor, en los momentos terribles que envolvían su dolorosa agonía, hizo ese acto total de abandono en las manos del Padre con la seguridad de que el Padre acogería su ofrenda, porque era una ofrenda motivada por el amor a su divina voluntad… Y el Padre acogió la ofrenda de su Hijo, resucitándolo.

Manolita sabía perfectamente que, como cristiana y como consagrada plenamente al Señor (Aliada), el destino de Cristo, su Esposo, sería su mismo destino. Sabía que la Cruz formaba parte del camino, pero ella no la temía porque la llevaba con El, o mejor El con ella.

Hoy, en esta eucaristía, es fácil hablar de Resurrección, de Vida Eterna porque ¿que ha sido siempre la vida de Manolita?: un recordatorio de que sólo Dios puede llenar plenamente la vida de una persona.

No se entiende la vida de esta mujer sin un enamoramiento permanente, siempre creciente de Cristo. Pero no un Cristo idea o doctrina, no; de un Cristo vivo, al que se puede amar porque uno sabe que El está ahí, amando, dándose.

No se entiende la vida de Manolita sin la fe en Cristo vivo y presente. Un Cristo que venía a ella en la oración, en la liturgia, en la lectura, en la fidelidad a un carisma, en la celebración de la Eucaristía, en la confesión y en la dirección espiritual.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le pide la vida entera…, y ella se la da. Y le deja al Señor escribir su futuro: que tiene que dejar su tierra y marcharse a una zona distinta, lejana, por motivos de salud… ¡pues lo hace!. Que después de muchos años de una actividad apostólica intensa, tanto en el campo de la salud como en la catequesis parroquial, tiene que aceptar la limitación de una enfermedad que disminuye sus fuerzas y hace que su apostolado sea más discreto, menos visto, más escondido…, con mucho dolor, lo va aceptando y va conformándose a la voluntad de su Esposo.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le hace dedicar los mejores momentos del día a la oración y a la adoración. Horas delante del Santísimo… Y podéis pensar que estaba a gusto. Pero no era así. Para ella era un martirio, porque hacía muchos años que ya no sentía nada en la oración, ni en la comunión… Y aprendió entonces que lo importante era buscarle a El y no los afectos que El puede dar. Y siguió siendo constante todos los días en la oración y en la adoración. Por cierto, cuando muchos veían sólo dificultades en la instauración de la Capilla de la Adoración Perpetua, Manolita me animó y me dijo que ofrecía al Señor sus oraciones y pequeños sacrificios por el éxito de esta iniciativa.

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le daba fortaleza para no rendirse ante su enfermedad y sus limitaciones. Mientras pudo, bajó a la Eucaristía. Disfrutaba de las celebraciones y fiestas parroquiales, y nunca se abandonaba en el arreglo personal. Yo me metía mucho con ella y le decía que sus dos grandes debilidades eran la parroquia y la peluquería…

No se entiende la vida de esta mujer sin la fe en un Cristo que le hizo tener un corazón universal, misionero, gracias al carisma que le regaló. Me decía que se sentía muy Aliada… y que los escritos que recibía los leía y meditaba continuamente, y esto le ayudaba a abrirse a las necesidades de sus hermanas, y las de toda la Iglesia pidiendo además por la santidad de los sacerdotes. Ha sido una mujer fiel a la Iglesia con un gran amor al Papa, a los obispos y a los sacerdotes, y con un deseo permanente de aprender.

Como buena castellana no le gustaba quejarse, y ese ha sido el testimonio que ha dejado en el hospital. Una de las veces que ingresó en él, le pedí que viviera la estancia en la clínica como una vocación: “El Señor te ha llamado para que en medio del hospital seas evangelizadora. Aprovecha esta ocasión porque la recordarás como uno de los tiempos más hermosos de tu vida”. En estos últimos meses muchos habéis sido testigos de la actitud tan cristiana que ha tenido Manolita en el hospital. Cómo hasta el último momento ha estado pendiente de los enfermos que tenía cerca…, y de los que tenía lejos: llamándonos por teléfono y cantándonos un villancico. Y en ese ambiente de alegría y entrega, de repente, ayer viernes, si, en el día en que su Esposo murió en la Cruz, ella también entregó su espíritu al Padre. “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.

Unos minutos de homilía no son suficientes para profundizar un poco en la fe de esta mujer. Hay tantos detalles que se nos escapan. Hay tantos momentos que volverán a nuestro recuerdo con más serenidad. Le damos gracias al Señor por el regalo que nos ha hecho de tenerla entre nosotros. Y como ella también debe tanto a esta parroquia estoy seguro que a partir de ahora notaremos su intercesión delante del Señor. Yo ya le he encomendado las vocaciones de entrega total.

Antes de terminar quiero agradeceros a todos los detalles de cariño y acompañamiento que habéis tenido con ella siempre, pero especialmente cuando estaba más necesitada de ayuda. Iba a decir muchos nombres, pero creo que no hace falta. Todos los que habéis estado cerca de ella en los últimos meses habéis recibido un gran regalo de Dios. Agradezco la labor de los capellanes del hospital que le han alegrado tantas veces con sus atenciones espirituales. Desde el cielo les obtendrá abundantes beneficios.



Hemos perdido, como algunos la llamaban, “una vocalista”. La vamos ha echar de menos en los cantos porque mantuvo su potente voz hasta el último día. Conociéndola un poco, ya estará entonando el canto con el que los bienaventurados alaban a la Trinidad Santísima.



Que la Virgen, a la que tantas veces le rezo con devoción filial el Santo Rosario, la introduzca en las moradas de los que han sido fieles hasta el final.
Manolita. Intercede por nosotros.

EL HOMBRE Y LA MARIPOSA

Un hombre halló un capullo de una mariposa.

Y, un día, surgió una pequeña apertura. Se sentó y observó cómo la mariposa luchaba durante varias horas para forzar el paso de su cuerpo a través de ese estrecho agujero.

Entonces le pareció que la situación se había estancado y ya no había progreso.
Parecía como si hubiera llegado tanto como podía y no le era posible continuar.

Así que el hombre decidió ayudar a la mariposa.

Cogió unas tijeras y cortó el resto del capullo.
La mariposa salió con facilidad. Tenía el cuerpo hinchado y unas alas pequeñas y arrugadas.

El hombre continuó observando a la mariposa porque esperaba que sus alas crecieran en cualquier momento y su cuerpo se contrajera al momento.
Nada de eso ocurrió.
De hecho, la mariposa pasó el resto de sus días arrastrándose con el cuerpo hinchado y unas alas pequeñas y arrugadas. Nunca pudo volar.

Lo que el hombre no había entendido, en su ayuda amable y precipitada, es que ese capullo tan sofocador y la fuerza que la mariposa tenía que hacer para poder pasar por tan estrecha apertura eran el modo divino de forzar la salida de fluidos desde el cuerpo a las alas para que ésta fuera capaz de volar una vez que se librara del capullo.

A veces luchar es exactamente lo que necesitamos en nuestra vida. Si Dios permitiera que viviéramos sin obstáculos podría ser terrible para nosotros. No seríamos tan fuertes como debiéramos. Jamás podríamos volar.

Pedí Fuerza...
y Dios me dio dificultades para hacerme fuerte.
Pedí Sabiduría...
y Dios me dio problemas para resolver.
Pedí Prosperidad...
y Dios me dio un cerebro y un cerebro para trabajar.
Pedí Valentía...
y Dios me dio peligros que debía vencer.
Pedí Amor...
y Dios me dio gente con problemas a los que ayudar.
Pedí favores...
y Dios me dio oportunidades.
No Recibí nada de lo que quería...
y recibí todo lo que necesitaba.

EL PODER DE UNA SONRISA


Un hombre que viajaba por interminables carreteras paró su camión junto a un bar concurrido por otros conductores. Mientras esperaba que le sirvieran una cerveza, un muchacho de la cantina trabajaba afanoso frente a él, encorvado, al otro lado del mostrador.
- ¿Mucho trabajo?- le pregunto el viajero sonriéndole.
El muchacho levantó la cabeza y le devolvió la sonrisa.
Cuando meses más tarde pasó de nuevo por allí el mismo conductor, el muchacho del mostrador le reconoció como se reconoce una vieja amistad.